Lo reconozco,
he ido de putas muchas noches.
También me he metido rayas
de coca como si no quemase el fuego.
Soy de esos que por aquel entonces
prefería la conversación de Georgina
al borde la cama, que era un precipicio
compartido, antes de una receta y visita médica.
Adelantaba otros coches
en discontinua con mi coche diésel,
el consumo constante, 4,8 a los 100.
Ahora me castigo menos,
vivo lo justo y miro demasiado
lo que me gusta,
hasta calcarlo en mi alma corrompida.
Eso sí, antes de tirar de la cadena
observo lo cagado,
y al ver lo que el agua empuja
constato que lo que se marcha es la crueldad
río abajo, porque el mundo sigue siendo
la mierda que flota en todas las aguas.