Perdidas de manos en el vicio que me atosiga.

Deseoso tallo nombres
de un mundo que no me presentan.

Sigo siendo el desconocido
que se apoya al final del bar
cuando la noche es un navajazo
contra todo lo bueno.

Aún en los bosques,
mi espíritu se sacia
de las voces que viajan
conmigo.

No he bebido todavía
de la parte mesurada
de la vida.

El vicio son estas letras,
que en la noche
me desnudan
para mostrarme
que soy una completa
nada, colmada de laberintos
que llegan al día
sin final escrito.

Desaforado por la semilla que imagina cielos.

Cargo balas de espuma
y disparo contra muros
que aprovechan la sinergia
de los síndromes acaecidos
por confusión de espejos.

En medio de la calzada
hay una vida en forma
de pañuelo blanco
que no llora.

Todos los mañana
corren con el agua,
pero la sequía
me tiene aquí quieto
en medio de lo que deseo
soltar libre,
y no me dejo.