En esas tardes en las que me convierto en cocktail de estramonio.

Siempre es tarde
para no rememorar
aquello que acontece
como si nada pasara.

Al anochecer
se abren los lirios
reclamando la muerte
del día.

En mi cocina el aroma
a miscanto
es tan intenso
que hasta las alondras
se acercan al cobijo
natural de su hegemonía.

Ayer pude no ser yo,
como todos los días.

Hoy no quise ser yo;
y mañana, a lo mejor,
me evaporaré hacia el poniente
de una tarde dislocada.

Siempre me ocurre
estar ebrio y solo,
en medio de antros
en los que lo más peligroso
es cuando me muevo hacia alguien.