Negación y pasión

Todo me dice no.
No hay más respuesta a todo que: no.
No hay nada, no eres nada.

El ventilador me dice no,
la ropa me dice no,
las ventanas me dicen no,
la botella me dice no,
todo me dice no, pero no quiero
escuchar no, en su no, tan solo
ser no, por mi mismo,
no por el no, sino por mi no,
y no más y nada más.

La música me dice que no,
el sofá en su abrazo vago, me dice no.

No quiero el no, y no deseo no saber
nada del no, pero todo es no.

No me digas eso,
no me llames aquello,
no fui yo,
no,
no,
no,
en el epicentro de la decisión
a mi mismo siempre... me digo: no.

No es que no quiera,
no es que no pueda,
es que, no es no, y no quiero
discutir más, por no llorar más.

No me toques.
No me abraces.
No me quieras.
No me escribas.
No me odies.

No pasa nada
no hay problema que dure cien años.

No hay mal que te mate,
si no es la muerte,
pero no olvides,
no olvides,
nunca olvides
que no quise
olvidarte...

Pero no hay nada
que lleve más allá de esta
decisión que en medio
de su epicentro
se niega en su mal...
se dice a si misma: no,
para no olvidar que todo
está lleno de noche,
que aunque huyamos de ella,
también empieza por negarse.
No, che...
No...
no te dejes al no,
que no merece la pena
negarse tanto no.

Reformando su vida aburrida.

Miro su cuerpo y cavo mi zanja
a golpe de iris carnívoro.

Soy su azada del sexo
y la agarro como al bucaro
para beberme su liquido.

Cavo una zanja en su cuerpo
mientras la miro, para penetrar
mi canalón y mojarla.

Adoro su zanja,
amo su sexo regado
de mi chorreante tubería.

Lección crepuscular.

Todos los días se sienta en el mismo sitio, 
toma sus breves e intensos tragos de agua,
mira nervioso a todos los lados, parece que busca algo.

Vuelve a beber su agua, se despereza, abre su alma,
parece recibir la vida en un trago de agua,
agrieta su cuerpo y lo muestra a la vida, 
es como un pequeño almendro, casi un bonsai
de su propia alma.

Entonces se recompone, se sacude, 
limpia su plumaje, y con el susto de la llegada
del camarero, retoma el vuelo y se marcha.

A los cinco minutos una muchacha rubia,
usurpa el lugar del gorrión, lleva minifalda,
fuma pero no sabe hacerlo, bebe café sin saborearlo.

Es un espectáculo triste y dantesco.

Acabo mi cerveza, y marcho mustio
caminando con las alas del gorrión
en mi garganta:
que desenvuelto me alecciona 
sobre la sencillez de la vida.

Algún día, todo se cumple.

Conciso,
directo,
enjuto,
dudoso...

Mi sueño viaja más rápido
que mi deseo.

Mi destino tiene un final seguro.

En mi porvenir ambos se encuentran
en mi presente tan solo uno me ayuda.

Deseo algún día, alcanzar mi sueño
aunque sea al final de mi destino...

Donde mi muerte me espera,
para soñar siempre que lo he conseguido.

Todo se cumple,
hasta lo menos deseado.

Naturaleza susurrada.

En voz baja le dije al loto
lo que me estremecía,
en voz baja al loto:
me proclamé.

En voz baja a su oído,
para que nadie lo escuchara
ni siquiera la naturaleza alta,
que con una galena celosa
me amenazó.

Pero son secretos en voz baja,
más fuertes que la nada,
aguantándolo  todo.


En voz baja al loto le dije
al completo este secreto:
en voz baja,  parece que nada se olvida.

Vida de astros.

Mientras bebíamos cerveza
en una terraza de la plaza Santa Ana,
recordaba esas escenas de las películas
en las que ella acaricia la pierna con su pie, a él
bajo la mesa, de largo mantel.

Por primera vez quise ser mujer y hacerlo.
Por ultima vez fui hombre y le dije:

Regalame tus bragas, para llenarlas
con mis astros infinitos. Esta noche me las pondré
y te sentiré en mi sexo, con el rastro de tu universo.

Acabé la cerveza, se quitó las bragas,
las olí, las hice mías, y el poema nació
en lo más profundo de mi estancia,
en lo menos cadáver de mi sentencia
que fabricaba una muerte para acatarla
entre mis manos.

Montamos en autobús,
la acompañé,
eran las cuatro de la tarde,
iba borracho de melancolía.

Entré a un bar, me puse las bragas.
Jamás la volví a ver.
No me ha hecho falta
su cuerpo, tan solo su esencia.

Lista de la compra.

En medio de un pasillo
del supermercado,
mi ansiedad es infinita.

Derramo mi decisión entre los colores
de todos los productos.

No acabo de llorar
en medio de ellos.

La decisión es inagotable.

Tan solo quiero cerveza,
pero la lista es incontable.

¿Cómo en la vida?
como en la vida.

No decido lo necesario
tan solo elijo lo que me arde
dentro.

Mira la lista de la compra.
arrugala,
tírala en el pasillo
de los enlatados.

La lista de la compra
es cómo una lata de tomate.

Sangre que ya no vive.
Zumo que nadie bebe.

Es cómo decidir en la vida,
escoger lo conocido,
escoger lo correcto,
lista elaborada,
y
al final,
siempre escogemos
lo no listado,
lo no preparado.

No nací listo.
No nací preparado.

Y la palabra redunda como la duda
ante la elección.

Caja de cerveza,
mucha bebida.

Siempre me falta
efectivo vital,
tenemos que dejar cariño
para salir calle afuera.

Bote de café,
barra de pan,
lomo de cerdo,
ventresca de atún,
pizza refrigerada,
vida al vacío...

indecisión,
indecisión...
indecisión:
Indecisos.


Somos paridos sin pedido.

Nada es gratis.
Elegir es difícil.

La soledad es cara;
tanto como salir sin pagar
lo que suspiras.

Todo tiene un precio
en esta absurda avenida
en la que retorcemos
la decisión grotesca.

Todo cuesta...
hasta la cerveza
que cambias,
por comida,
evadiendo la soledad
de lo inesperado.

Cruzando la calle en medio de la vida.

En medio del paso de cebra
soy cómo una duda
que desea llegar al final.

La luz verde parpadea,
advierto y temo no llegar.

El claxon suena,
las bocas insultan.

Mi cojera,
me retrasa,
mientras mi sonrisa
me delata.

Cruzando la calle
la humanidad se retrata:
el insulto,
el combustible,
la ansiedad,
la esperanza,
la perla,
la rosa.

Círculos de olvido.

Mira desde su rama...
rama negra de árbol pútrido.

Le conozco desde hace años
siempre que me giro, lo veo.

Es el cuervo que vino de Urano,
tiene el deseo de arrancarme
de cuajo mi chepa de silencio.

Camino despacio y recojo
las hierbas sembradas
y regadas con su sangre,
las mordisqueo y me alimento.

Vuela en círculos
cuando duermo,
pero me protege
la muerte abriendo
su paraguas blanco.

Acecha siempre,
se afila las uñas
con el pico...
susurra mi nombre
en su propio oído.

Pero ayer cuando graznaba
le agarré la pata...
y lo devoré con plumas...
su sangre cómo la hierba
sabía amarga...

Ya no mira
ni se afila el pico
y si grazna:
Eructo.

Viaje frustrado.

El brezo ha secado mi alma.
El brezo está bello y húmedo.

No deseo este campo.
No deseo este valle.

Deseo levantarme y viajar.
Deseo Viajar y no ser.

El valle es egoísta.
La naturaleza es incierta.
Las raíces del árbol
han acuchillado
la ilusión de la húmeda
realidad.

El antojo que queda manchando
la piel de la estridencia, acuna
a mi nauseabundo sigilo.

Me empeño,
me apetece,
me acobarda.

Fango, limo y amores en la calle.

Si me das un poco más de muerte
hazme antes un regalo.

Sonríe desde tu útero
hasta mi boca,
comienza la vida
desde la muerte seca.

Hazme tu regalo
de pasión evaporada.

A veces piso
demasiado fuerte
y hundo mi corazón
más bajo que mi pie.

No entiendo el barro
pero vivo bajo su techo.

Si me matas
regalame tu útero de lodo.

Si me resucitas permite
a mi sonrisa ensuciarse
con tu tristeza.

Tan solo el saber que existo
en ocasiones me eleva
donde nadie me mira.

Pero no hay sentimiento
que cure esta amargura.

Vivo bajo tu limo.

Sólo, me imagino
en medio de la muerte
con la sonrisa sucia.

Hace mucho que envié una carta
pero no escribí el remite
y ahora me vuelve
cómo un trozo de carne negra.

Pega tu oído a la pared,
escucha mi corazón,
es un rastrojo
al albur del viento,
a penas tiene vida
pero vuela en medio
del fango.

Si no entiendes esto
siempre puedes huir
pero dejarás el rastro
para que te persiga
y me trague el cieno
de tu soledad.

Solo deseo no desear,
castrar mis alas para no dormir.

Ahora, será luego
y dormiré en un hostal
de tres cucarachas,
donde masticar con hambre
su anhelo, será el manjar
de tu sangre.

Matando.

Hola.

No me digas
tu nombre.

Sólo quiero
asesinar
tu
sexo,
con mi
alma marchita.

Papel mojado, en noche de agua.

Corazón de petroleo,
tu alma tiene
espíritu
de buzón
amarillo.

Todos prostituyeron
tu boca,
dejando mensajes
blancos,
con letras
de esperma
sucio,
mensajes perdidos:
en medio
de un mundo
de media noche
violada.

Toda palabra
es una carta en el aire.

Buscando lo vivido.

¿Dónde está mi ilusión?
¿Dónde está mi corazón?
¿Dónde mi sueño despierto?
¿Viajaron por metro al desencanto?
¿Viajaron por medio del miedo, al medio, del miedo?

Yo deseo encontrar esto que un día viví,
esto que dejé en una carta que eché al buzón amarillo.

Es un desencanto crecer y dejar atás lo que has vivido
mientras soplas velas y esnifas años...
en esos escarnios que ahora deseas recuperar
en medio de la noche que te muestra
las arrugas de la diversión.

Medio miedo
miedo a medias.

Falsas Esperanzas.

Solo deseo la espera,
esa que te trae la ilusión
en forma de regalo.

La espera que tras esperar,
te recibe con grata impaciencia.

Han sido y son mucho años
los que he esperado,
ahora me toca esperar,
porque se que he perdido
muchos turnos en mi espera.

Pero esperando, mi pena sonríe
mientras la tristeza se trasforma
en esperanza que espera.

Agradeciendo esperar,
se hace esperanzado,
mientras esperas
inesperado
mirando al frente
que se destaca horizontal:
La risa vertical

Secretos como raíces.

En medio del valle,
casi olvidado por mi memoria,
se erige de forma salvaje:
mi recuerdo como un árbol.

Es tanto lo que guardo
que las raíces, ganan
en tamaño.

Es mucho.
Sequé el valle
y como árbol espantapájaros
yazco en un valle seco de arena.

Matando cielo.

Cielo roto,
por tu fisura
todos los astros
se suicidan contra la tierra.

Cielo resquebrajado,
siembras narcisos de sangre
que caminan creyéndose hombres.

Cielo: te rompes para esperanzar
lo muerto.

Aquí me declaro.

Profano tu corazón,
decapito tu alma...

Derramo entre mis manos
tu destino sin fortuna.

Poseo y hago mía
tu vida sin halago.

Eres tan mía
que me olvidarás
en el primer paso
de tu orgasmo.

Media noche...
noche a medias...
medias de tus piernas
que destrozo
con mis dientes.

Vida negra,
alma ácida.

Tu corazón es papel
de mi carta.

Mi carta viaja
en una botella,
dentro del océano
de tu inconsciencia.

Tomando un gin tonic y mirándola a escondidas

Amo su muerte,
desde sus ojos a los míos
es tan mía, que ya no me tiene.

Necesito su muerte.
Deseo que me agarre de la mano
y me lleve de paseo por los senderos
de su vida ausente,
esa vida que nadie ha buscado,
esos senderos desconocidos
que nadie quiere.

Acuno tu muerte en mi pecho
para sentirme vivo.

Vivo con tu muerte,
trago cristales,
saboreo...

Y susurro al aire
contaminado de humo:

Dame tu muerte...
y si no me la das
te la robo cuando duermas
para que no mueras en vida,
sino en los senderos que tu muerte
elija.

Deseo que sea eterna,
que su muerte no la mate,
que su muerte me hierva,
entre sexos cómo larvas
que palpitan bajo su luz
de inconsciencia.

Y le recuerdo:

Muero mientras paseo
de la mano contigo,
imaginado cómo te ríes
ante tu muerte, cuando me mira,
muriendo a cada paso
con latidos entre ramas,
que arañan el otoño
que nadie observó:
mientras yo te miraba.

Libres por el poema.

Si cosechas este poema,
cómo una violación de tu sombra,
debido a que no es más que una maraña
de intensa vivencia que recuerdas.

Cuando lo siembres, recuerda
que cada palabra ha sido cómo
un pelo de pubis
que se ha roto en medio de tu llanto.

Catulo...
me encargas versos en los que tu boca
hubiera deseado arrancar flores a mordiscos.

Ahora tan solo son negruras
de la  cortina con la que cerramos
la luz de la verdad...

Catulo,
cuando revivas de tu sueño...
déjale esta carta a Chinaski
bajo su puerta, al final,
todos los poetas escribimos
porque nos aburrimos
y
si no...
que le pregunten a Fu,
lo mucho que se aburría
Neruda de follarse siempre su verso.

Pero es mejor romper la vidas
escribiendo penas en medio
de nuestra borrachera.
Menos mal
que nacimos poetas
y
no nos meten en la cárcel;
al menos en esta época...
pero dales tiempo
a que los versos,
den rienda suelta
a la rama que rasque el cielo,
cuando el invierno se chive
de nuestra lengua libre.