De cuando bebía en la madrugada con ese dios feo y maldito.

 Trabajo mi voz, cada vez menos limpia, 

con todo lo que puede romper el verbo.

Aguas amargas, desesperación de un viernes noche.

cerveza caliente con cubitos de hielo, en una madrugada

aciaga.


Ahora que suenan tambores de estío,

es cuando saco mis armas:

Mi muerte es mi aliada, 

mi vida en contra,

mis soldados de arena 

imaginados bajo un paraguas estrangulado

bajo un día que ha quedado en un viaje sin llanto.


Seguidme... es el momento de perderlo todo

mientras miramos como el sol se hunde en el horizonte

como una moneda de valor caducado.