Re-morir bajo un sol sostenido.

Oigo el parloteo
del cielo,
todos los días
son un implacable
destino incierto.

Venimos de un estado
mortecino,
y viajamos a una muerte
segura, con la inseguridad
del minuto ordinario.

La vida es ese cartel de descanso
en la puerta de la tienda,
parentesis de consciencia
en medio de ambas muertes.

Vivir es comerte un bocadillo
en el recreo,
con aquellos
que son de tu pandilla,
mientras ríes y amas.

Contestando ecos, de tu corazón gaseoso.

Cuando se torma todo
en ceremonial de té,
viajan hasta mi,
una manada de espíritus,
con la costumbre
entrelazada,
en una imagen absoluta
de nocturnos y precipicios.

Canciones que escuchaba con 8 años, parsimonioso deambular.

Como un anciano
bajo la luna,
permito que la lluvia
realice su laboriosa
melodía del vuelo,
ausente de espanto.

La reflexión ante el vino
se convierte
en filosofía absoluta
de los amantes;
que como mariposas,
ocultan sus rasgos
al ser crisálidas.

Todos tenemos un espejo,
un blues,
y deseos no realizados.

Bebo vino oscuro,
como café negro...

olvidé que todo el mundo,
como yo,
se entristece en la ducha,
y camina bajo la lluvia.

Ayer, hoy, y día siguiente..
consecuencias inherentes,
causalidades abyectas.

Tierra verde, verdades en medio de la gravedad sin fuste

Reparto mi contenido
entre mis propias
resurrecciones.

Piénsalo
por un instante...
lo acumulado
es un peso extraño.

Mejor llegar a la meta,
con el peso del sudor,
entre tus manos.

Cacheando tu pelo, voy encontrando sentido.

Conozco todas las noches,
esas que cuento con mis huellas
dactilares.

Intento dejar marca,
para volver sobre mis pasos.

Hay momentos en los que todo parece
vano,
entonces no esperes que la vida te sonría,
antes de que la muerte
te robe, sonríe y corre
hacia delante,
atrapando esos segundos,
que fabricas
con la esperanza perdida.

Resumen del canto, en código binario.

Rompí una botella de cerveza,
empapé todo el coche.

Tuve que volver a la tienda,
el chino me miró con mala cara.

Me corté la mano,
limpiando cristales.

Hay días vacíos,
que no me sale nada.

No encuentro nada,
en mis libros viejos.

Perdí todas las fotos
del colegio.

A penas siento,
esto que escribo.

Seguro que en el infierno,
hay días igual de nublados.

Trina el cuervo, sin saber que es murcielago.

Porque en medio
de la noche,
brilla como un rayo
la soledad borracha.

Vacié mi espíritu
y ahora no tengo
estado.

Descalzo en la madrugada,
busco la vida,
mientras me mata
lo vivido.

Senda zigzagueante,
abandona tu afición
a ponerme zancadillas.

Centrifugando el sudor, que me provoca la rutina.

La dirección.

Todo nos lleva y conduce,
a veces también te pierdes.

Huelo en tu pelo,
cuando bebemos en los bares,
el sexo mañanero.

Vivir es una carcel,
por eso comparamos
el corazón con un globo.

Fui parido
por calles bipolares,
fui abducido por poemas
cargados de extrañeza.

Ahora bebo, y bailo;
a solas en la cocina.
Es harto complicado,
superar esta muerte diaria.

La magia, que vive en las penumbras de la madurez, es la tortura de avanzar a la muerte.

Ser invisible
y no ver mi reflejo,
al pasar por los escaparates
de la ciudad, donde vivo.

Viajar a saborear
la adolescencia,
y aquellos besos.

Tomarme las cervezas,
mientras cerraba los ojos.

Después de aquello,
todo es muerte continua;
vivimos,
vivís,
viven;
en un suicidio colectivo,
vamos poco a poco
matando el gusanillo,
asesinando nuestros vicios,
esos que nos van dando:
una vida sosegada.

Errores de suma, múltiples restas.

Me subdivido
dentro de esta estancia
tintada de gris;
color tomado del asfalto.

De lo partido,
genero varias ecuaciones
sin solución alguna.

Escribo fórmulas,
dudas, entidades,
mas acepto por no desaforarme,
que vivir es cuestión de números,
y la letra pura, el comprimido
que ocasionalmente evita,
la camisa de fuerza.

Incluso cuando ríen las montañas, prefiero no llevar sombrero.

Casa de porcelana,
bajo la lluvia fina.

Todo el desgaste,
es símbolo de vida,
cada arruga.

Ayer tomé vino
bajo la luna creciente;
hoy canto a solas
la melodía ausente.