Recuesto mis daños sobre el lecho del miedo.

Me rebota siempre
un estado absurdo:
inconsciencia.

Lo llevo viviendo
como sueño compartido
en la estratosfera
del pensamiento.

Nunca despierto
en el mismo lugar
sobre el que me acuesto.

Todas las mañanas
tienen un trozo de ligereza,
sobre lo extraño.

El saber no es más
que la belleza
de la curiosidad,
sin lamentos.