¿No imaginas el sol tomando un café con pimienta de madera?

Tengo tantos pasos,
para un solo camino,
que disfrazo de sendero
las palabras
escapadas por la comisura
de los intentos huidizos
que acotan mis tanteos
de vida desaforada.

Arriesgo mis conclusiones
en favor absoluto,
contrariado,
desmedido,
y excesivo
de esas paredes
que pinto y no dibujo.

Se me revuelve
todo lo olvidado,
dentro de un estomago
imaginario,
que vive en su sangre
tragada a borbotones,
sorbida por el lado
del sabor dulce,
caramelizando el sufrimiento.

Ando en la rivera de todos
los ríos,
mas no sonrío.

Echo cebos agrios,
porque soy quien muerde el anzuelo.

Atandome los cordones en medio de un jardín.

Con lentitud extraviada
del senecto desmemoriado,
busco las acciones que perdí
entre tus cabellos.

Camino tropezando
con las juntas
que los adoquines
marcan como fronteras.

A cada paso
soy más de este mundo,
y menos de donde vivo.

Recordar nos hace
vivir lo que pasamos
con la visión de la experiencia.

Alborotando la escasez humana.

Me siento muy pequeño
ante eso de la estacionalidad
de los elementos no controlados.

Parece que todas las astenias
pasan por mi sin pedir permiso.

Aquí en el mundo no pasa nada
salvo que nos matamos,
nos estafamos y mentimos;
por lo demás todo ocurre según
exigencias de la tierra.

La arena de la playa
se disfraza de segundos.
La arena del desierto
es el tiempo lento,
mientras, la lluvia
riega el árbol
que plantamos tu y yo.

El último que quede,
que de la maya por todos.

Mientras el espanto campa a sus anchas.

Ahora que todo ocurre,
lo apuntamos con horror.

Mañana sabremos
que la memoria,
es un cuaderno
extraviado,
o peor...

crearemos listas
inútiles de cosas
por hacer.

En el forro de la piel.

Ahora que tengo pelo
hasta por la ilusión
que mana de mis sentidos;
quiero seguir la trayectoria
inmutable de lo que he pactado
conmigo mismo.

Sentir el dolor como aliado,
imaginar que la vida
es el acertijo que revela la muerte.

La oscuridad es la ausencia de color, o el nivel bajo de un color dominante.

Puedes insultar
cualquier cosa de este mundo:

siempre pensaré,
que llamas a las cosas
por el apellido
que te dio tu estirpe.

Como yogur
a media tarde,
mientras enyeso
la pared del universo.

Todos los muros
son de lactosa;
hasta el de Berlín,
incluso la muralla
china.

Algún día caerán los nuestros,
y el color será tan solo
una unidad de imaginación.

Tirando piedras a un estanque turbio.

Rebusqué acertijos
para coleccionar
un montón de dudas,
que no deseo resolver.

Moriré lleno de preguntas,
como si una plaga de piojos
me devoraran con sapiencia.

Insistí en coleccionar
acertijos, jeroglíficos
dibujados en mi pecho.

Cuanto menos acierto,
más sé.
Cuantas más preguntas,
menos palabras.

Ocasionalmente
los silencios
son como un rescate
de la muerte.

Callar no otorga,
callar me evita a mi mismo:
ardua tarea de un egocéntrico constante.

Causas perdidas que encuentro entre los pliegues de mi toalla.

Yo me miro
como causa perdida.

Tengo sembradas
flores que no brotan,
pido a la tierra
que se corte las venas,
para que suceda,
siempre, la vida.

Me he cosido
una capa de punto bobo,
siempre creí ser un super héroe,
mas no supe ser consciente
que soy super tonto.

Ahora tiño
los pañuelos
de verde.

Algún día
la despedida
será una esperanza
para que llegue
lo que imaginamos
cuando nadie nos ve,
y estamos frente al espejo
del baño, antes de ir
a la ciudad a agotarnos
entre cafés y por qués.

En realidad, también
finjo ser lo que no alcanzo,
mientras me seco tras la ducha,
y juego.

Yo mimo
mi causa perdida,
por eso abrazo con furia,
las despedidas.

Respuestas de un eco carnal.

Soy un apátrida.
Un renegado residente.

La bandera no entiende
de espíritus.

Resilio desde mi dolor
al dolor del mundo.

No tener techo,
hace que mi entendimiento
acepte al ser humano,
sin serlo...
tan solo en ocasiones.


Despertar a la realidad, es vivir en el mundo que no compramos a los que intentan crear un mundo distinto al que nos pertenece.

Sueño contigo
en medio de un prado
verde,
repleto de naranjas.

Como si soñar
fuese un zumo
que desayuno
al mirar el horizonte.

La verdad que nos piden
vive en el beso que damos.

Intento no tocar el suelo.
por eso vivo siempre en este mundo
y no en el de ellos.

Bebo como una bestia,
para huir de lo acuciante.

Bebo sin hielo,
bebo sin remedio;
por eso me exprimo
mientras duermo,
para derretirme
con tu beso.

Sentina de lodo y almíbar.

Ruedo cabeza abajo
y subo.

Embarranco con mis huesos,
y encallo con el corazón
que me mantiene vivo,
sin saber como algo tan duro
es capaz de negociar con mi sangre
eso de mantenerme.

Navego por todas partes.
Sólo encuentro libertad,
cuando llego al puerto
de mi boca
y digo la palabra,
la que sea,
la más angosta.

Torres caídas al soplo de un tropiezo.

Nunca corrijo
en eso que yerro.

Me equivoco
y me humanizo
por ello.

Vivo en entrega
de todo lo que arde.

Llevo una piedra
conmigo, es la misma
con la que siempre tropiezo.
De mi herida abierta,
brota sangre
que no es mía,
porque equivocarme
es empatizar con el error
que tú cometes,
y no lamentarme
de la existencia.