La hora exacta de la aclamación alineada.

Como en un duelo al atardecer
me enfrento al sonido
imaginando el mundo,
que gira, de manera inversa.

Los peces tienen su propia
sinfonía de los pies en la tierra,
los hombres necesitamos
apósitos para movernos entre
pentagramas lejanos, a nuestra
naturaleza tosca e hirsuta.

Prefiero moverme como pez
en la tierra,
ser ave libre bajo el mar,
o gota de río, en medio
de una selva, confundida con el rocío.

Mezclarme de manera natural
como si se me cayeran las hojas,
en puesto del pelo,
una vitalidad confusa
para todos los que me miran,
para todos esos que nos quieren
como motivo de sus engaños.

Aquí lo dejo:
nosotros los confundidos
nos mezclamos,
somos mimesis viva del agua,
de la madera, de lo cotidiano.

Hemos ardido demasiado
para ser nada.

Marcando con tiza equis de vida.

A veces voy tan ebrio
que sueño sentado
en una silla
a la par que envuelvo
mi corazón en las cortinas.

Ocurre siempre
cuando se me divide
lo que pienso,
porque multiplico
mi dolor por el inventario
del olvido.

Todo es una farándula
sobreactuada,
viajamos con equipaje
cuando es mejor convertirse
en iridiscencia contra el futuro.

La alegría tiene una sombra, la sombra una tormenta, la tormenta un caldo de color cultivado en tus ojos.

Tengo tres de mis dedos
acabados en punta
con tinta negra.

Aunque todo el dolor,
a veces suda tinta,
el negro es capaz de escribir: verde.

Miro al frente durante
horas.
El mundo es un pozo oscuro,
la vida una cuerda y al extremo el cubo.

Saco colores y pinto,
pero es mi oficio el escribirlos.

¿Qué color ves ahora
cuando acaba esta suite amortajada?

Sigo escribiendo en negro sobre blanco
la expresión: arco-iris desesperado.

Inclino mi agitación, en la minusvalía desencadenada, por la zarabanda furiosa de una muerte angustiada.

Tumbado en la cama,
inquieto,
una especie de ciclón
dentro de mi estómago.
Creciente de sueño,
mas aun,
destrozado.

Incorporo mi espíritu
por encima de mi cuerpo.

Endemoniada danza
del furioso sonámbulo,
como un autómata
busco a : El hombre aproximativo.
antes escojo la Oda Plutoniana,
todo exceso es poco...
vuelvo presto a la cama.

La irascibilidad inconformada,
me arrastra, de nuevo, a la librería,
agarro a Tzara... como la caja
de Valium.

Esta noche, el insomnio
no es claro,
la guerra es pura esquizofrenia.

¿Dónde esta mi Pesanervios?

Vivir es un padecimiento continuo,

La fe es una errata,
que escabulle ilusiones
por el sumidero, hasta la charca.

Ni Artaud,
ni Cezanne,
ni absenta,
ni Tzara.

Esta noche es locura,
en el mismo precipicio
que anuncia la letra
escrita por una vez,
como la ropa tarada.

Siniestro lápiz de labios; que dibuja mi nombre en ascensores.

Abro esa parte
de tu mejilla,
la que ocultas
con la palabra: flecha.
Guardo un arco,
mi espíritu de hombre
es tu diana.
En plutón,
no existe destino,
pero hasta él
llega el ruido
de nuestra guerra.
Diluvia siempre aquí dentro.
Una bandera ondea en tu pecho.
Tengo un par de veces tu vida,
micro relatada, en el párpado
de mi timidez no escrita.

Lo mojado es lo que empapa el agua, la lagrima lo que provoca cambio.

Todo cabe en esta vida,
hasta esa avenida por la
cual corre
la muerte advenediza.

La vida, esa apología
de vesanias.

La angulosa circunferencia
del error continuo.

La vida, esa fecha extraña,
esa imagen continua,
esa moneda que encuentras,
este momento que vives,
lo que te sucede constantemente.

Dualidad de experiencias borradas.

Verte es chocar
con mi vida.

Maldita belleza, infernal paisaje.

Proseguir con mi carga,
es concienciarme del oxímeron
que, traza pasos en esta infernal
vida perecedera.

Lamo cada estambre de tu boca.
Polinizo mi escritura,
a cada uno de tus besos.

Quiero vivir,
con la muerte
creada, por una eternidad,
de belleza presente.

Posibilidad amplia de una desidia.

Es un caracter
inimaginado y perverso,
la mirada del ojo sangriento.

Pienso en medio
de la inscripción del mordisco,
no en el daño,
si no en la cura.

Casi todo
llega ayer,
pero se le engaña
con el mañana.