Extraña vida.

Camino en esta tierra,
cada paso
me hace más minúsculo
disminuyo, todo en mi
se hace silencio...

Llueve,
hace sol,
nieva,
las hojas
caen amarillentas
agonizando,
nadie las escucha...
las ensordecemos
con nuestros quejidos
de egolatrías
egoístas
egocéntricos...

yo más que nadie
y nadie más que yo.

Oigo incluso
a mi vecino
del quinto
ahora
que no tengo
vecino del
quinto...

Las paredes,
los muros,
todo habla.

Pero no escuchamos
la extraña vida de los objetos
que por su quietud,
llevan impresa
la experiencia
del minuto,
que se ha convertido
en año y al año
que se va convirtiendo
en siglo,
envejeciendo
dentro de si mismo,
arrugando sus segundos
como etiquetas arrancadas
a una botella de cerveza.

Nadie estará
aquí cuando todo pase,
y el yo, solo será
un olvidado
pasajero
que perdió
por no escuchar.

Mundo enfermo
humanidad sorda.

Vendimio arrugas.

Se arruga
y se cae,
casi todo
lo que nuestro

c
o
r
a
z
ó
n

siente.

Y yo voy,
lo recojo,
lo aliso
lo máximo
que puedo,
aunque se queda
marcado
por esas arrugas.

Cómo papel
usado.

Lo recojo
en medio
de bares,
calles,
peluquerías,
en el fondo
de unos ojos
que miran
al frente
como frontera
vertical
inalcanzable...

Lo recojo
del fondo
de un vaso
donde el ultimo
trago
se trasforma en baba...

Lo recojo
digo,
y escribo
cosas
cómo estas
que aún sin forma
la toman prestada
de las arrugas
que los demas
desechan...

Vendimio
uvas podridas,
arrugas,
y
las convierto
en esto...

¿Y tú
recojes?

He visto hombres llorar que se quemaban en medio de una pubertad... he visto al los mismos hombres hacerse los machos renegando de sus sueños, pero prefiero llorar contra eso, antes de explotarme granos de inocencia y por eso...

Me enfrento
a la soledad
con mi espada
de sueños

Sueños
risueños
que forjé
a los quince
años...

Esos años
de borrachera
sin tripa
y tripa
sin frontera.

Sueños
que aún no he cumplido
y aún persigo

Tengo cargados
mis ojos
de lagrimas,
cartuchos
de caza mayor,
que se deshacen
con la nostalgia...

Ni un solo segundo,
la intensidad no perdona,
hace del olvido
una soledad
en el tiempo...
que amordaza ababoles
de muerte.

Pero aún sigo en pie...
cómo a los quince..
soñando
con la misma intensidad,
haciendo de mi soledad
una amapola que olvida
la muerte
para seguir ensoñando
su segundo perdido.

Primavera dolorosa. Escarnio neo-nato.

Esta mañana
me dañé
a mi mismo.

Tomé una hoja
seca del suelo.

Sentí que me
rajaba entero
en medio
de la primavera;
desangrándome
río abajo,
río arriba,
río de todo
con tanta tristeza...

¡Me dañé a mi mismo
tanto con esto!...

qué noté el dolor
cómo algo congénito,
intrínseco..

Tanto,
que no me sentí
haber nacido
humano,
sino dolor puro.

Viaje irremediable. De lo dulce a lo salado. Vida propia entre ejes.

Un fantasma
vive tras
de mi escombro

Mi escombro
era un castillo
con bonitas
vistas...

Mi fantasma
es un maestro
de luces,
siempre
ve
en el fracaso
un punto
de exito...

De lo peor
lo mejor
de lo peor
lo mejor...

Varía de color,
se trasforma
en varios
ejes
de diferentes
formas.
Viaja
inhalando
estúpidas
formas
entre
resacas...
pero no se queja.

Prefiere
hacer sombras
chinescas
a través
de mi cuerpo,
que se trasluce
en esta
vida
con ríos
de fondo
que no se aclaran
en sus misterio
de muerte

Cuando
el agua pura
acaba
salada
por el viaje
Mi fantasma
se evapora
y desaparece.

Bebo de mi alma.

Beber apacigua
el alma.

Mi alma
es bebida
de paz.

Discurro
entre botellas.

Escribo entre
la sabiduría
del templo,
que construye
la paz
y la sombra
del vino santo.

Bebo de esta
alma colmada,
que encontré
un día en una calle,
por la que apenas
paso
a veces,
y siento
que no existe.

Me apaciguo conmigo mismo...
con algo que no es mío.

Paquetes abandonados,

Pululaba solo
por la calle
cuando de pronto
algo sonó
entre unos deshechos,
entre basura
y escombros...

Al principio
me asuste,
más tarde
y me aterré.

Encontrarte
con el sufrimiento
como si fuera
un espíritu
en casa nocturna
y solitaria,
es como si
cogieran tu interior
y lo exprimieran
como una naranja
contra
el cono
eléctrico
del aparato...

Miré al bulto
derramado
de basura...
me latía el corazón
tan rápido
que parecía
un extraño
ser
de infancia
en su primera
masturbación.

El bulto
seguía su quejumbrosa
angustia
intrínseca...
es como
si siempre hubiese
sufrido
pero nadie
lo haya escuchado...

Llegué hasta
el montón de basura
pestilente
y pisoteado
por miles de años,
y desperdiciado
por unos pocos,
en un domingo
cualquiera,
que se deshace
entre las manos
mientras resoplas
por no cazar
el guiño
de la existencia...

Miré
la cochambre...
la dejé respirar
sola,
abnegada,
y me arrodillé
para investigar
y cuando
más,
más,
más,
intensa
sentí
esta búsqueda...

Hayé entre
la basura,
este poema.

Porvenir sempiterno

Me dijo.

¿Ahora qué?
Ya te has
acostado conmigo.

Saldrás por esa
puerta
y jamás
volverás.

No te acordarás
nunca de esto.

Contesté:

Recordare
porque llevas
mi alma
en el llavero
de centro
neuralgico...

¿Y tu?, que quieres
llevarte.

Dijo valiente.

Te arrancaré
un pecho
y será mi odre
de abundancia,
en las noches
en las que no
me visite
esta histeria
que me carcome.

Bebiendo burbujas

Echo de menos
lo menos.

Cuando
ser menos
era ser más.

Deseo lo que
no está en los
libros.

El agua
no me contenta;
solo:

largos
sorbos
distintos...

Cuando todo
es menos
al final
solo
nos queda
renacer
entrando
por la salida.

Beber
burbujas
camufladas
en recuerdos.

Preludio esclavo.

Pongo un pie
después otro,
pongo una letra
compongo
versos.

Es extraño
el arte
que sin entenderlo
me aclara
por las mañanas
y me confunde
en la noche.

Soy una estrella
que se esconde
tras de su sombra
soy un rayo
de sol
a las tres de la mañana.

Me violento,
mi agresividad
me trasforma
en tigre,
gruño
y muerdo
como si matar
quisiera
al mundo,
pero lo más
violento
que hago
es escribir este
poema,
que como una cometa
tiene esa extraña
libertar
que se ata
a dos cuerdas,
y depende
del piloto
que la sujeta.

Corazón
de cometa,
alma tuerta,
mis cuerdas
se gastaron
y volé
hasta
engancharme
en una antena.

intuición y rumbo

Se que muchas
cosas ocurren
antes incluso
de que vaya
a ocurrir.

No es
cuestión
de sabiduría,
sino
de intuición

algo que vive
en nosotros
pero
no atendemos.

Atiendete,
intuye
tu intuición,
cambia
el rumbo,
leva anclas,
levanta genova.
Toma el timón:
controla el mando.

Germanofilia pre-adolescente

Otra vez
dentro de esto,
dando a las teclas,
esta vez es tarde
quiero dormir,
aunque
no me llegue
el sueño.

El reloj
del portátil
me recuerda
lo inexorable,
lo inevitable.

Recuerdo
cuando
escribí
por primera
vez.

Fue
con una vieja
alemana
color granate
que mi padre
guardaba
tras la cortina
de su habitación.

Cogerla a escondidas
cuando tan solo
era un niño de poco
más de diez años,
era como
balancearme
en un columpio.

Era una inyección
de adrenalina
en el hígado,
el corazón
me coceaba
en el pecho
como
una mula.

La sacaba de su maletín
burdeos,
la ponía en el suelo,
yo me escondía
entre las cortinas,
el sol me daba
en la cara...
la tela
me acariciaba
la nuca
y la espalda.
Entonces le daba,

clak, clak

tecleaba
y emitía
su sonido
como disparos
en la noche,
así eran mis
poemas:
como disparos
en la noche
que intentaban
herir
o hacer diana
en algún
recóndito lugar.

Aquella
vieja alemana
fue mi primer
amor,
me desvirgó
la sobaba,
la tocaba,
caían
mis emociones
por entre las teclas,
los bastones de hierro
y al final la letra

clak clak

Era un niño
gerontofiílico,
adoraba
a mi vieja
alemana,
y ella y yo
eramos amantes a escondidas

Luego vino
una eléctrica,
también le daba
siempre hasta cansarme.

Ella me aguantaba
mejor,
y yo no me escondía
para escribir detrás
de la cortina,
lo hacía sentado
en una silla
de madera
que se me clavaba
en todas partes.

Y eso es todo
lo que hay
maquinas
y ahora ordenadores,
que entran y salen
de mi vida
como mujeres
y amigos
en un bar,
mientras sigo
aquí encerrado
intentado
componer
una melodía,
nocturno
como Chopin
que llegué
al algún
sitio
como aquellos
versos
que en medio
de la noche
deseaban matar a alguien,
solo qué esta vez
se columpian
balanceando
la soledad
en mitad
del reloj
de este portátil,
que me dice
que ya es hora,
que no hay más
que lo que hay.

Duerme Cooper.
puede que sueñes
y mientras:

Clak, clak.

Confuso en clase.

Con una barriga
como la luna,
tripa de sueños
donde habita
mi propia espina.

Hago irremediables
viajes a lo insulso.

No es más
que un domingo
que no consumo.


Fui malo:
en matemáticas
historia,
naturaleza,
sociales,
y literatura.

pero siempre
se me dio bien
el recreo.

Viajado mundo
de letras,
no es más
el que menos;
sino él que no desea.

fiesta.

Treinta vaginas
húmedas...
palpitan como
corazones
apuñalados
encima de una mesa

Solo tengo cerveza
y ojos
que atraviesan
la ropa.

Mi lengua
esta noche
será mi mano.

Galleta de infancia.

Perdona,
disculpa,
de verdad
que lo siento...
no es mi intención...
mil perdones...
excuse me...
pardonne...
perdoa...
tein...

Pero
es lo me ocurre
contigo...
me gusta
mojar galletas
en tu coño,
esas que mojaba
en la leche con cacao
cuando era niño...
para comerlas
casi deshechas.

No solo me gustas
por el sexo...
también por como
sabe
tu destrozada
y salvaje
entraña
de mujer
tan oscura
como
una luvia
en noche
de invierno.

Final de día duro.

Largo el camino
hasta el candil
encendido.

Poca la energía
para caminar.

Cansado
me ha dejado
el sol,
que en el día
trabajó
sobre mi espalda.

Duro.
Incansable.
Exacto.
Permanente.

Pero el deseo
de tomar vino
acompañado
en la noche
bochornosa,
es sin duda,
inmenso
en el corazón.

La recompensa
es al trabajo,
como
la conversación
al alma.

Hablaré
con el bambú,
hasta llegar
a la carne.

Guerra sucia.

Estaba tomando
cervezas
con un colega.

De pronto,
me llamó
a la puerta
las ganas
de liberar
lo que en mi boca
mastiqué, hacía
unas horas...
con intensidad
y agresivo
el cerote
llamaba
a mi ojo
de buey.

Bajé al water,
me desabroché
a toda pastilla
el pantalón...
y al tiempo
que lo bajaba...
bajaba también
el calzoncillo...

todo cayó
con majestuosidad
inherente...

era lo más parecido
a un cuadro
que hacía todos los días,
era mi poema orgánico.

Entonces después
de liberarme,
me relajé...
y entró una cucaracha
por debajo de puerta...

La presencia de la cucaracha
al principio me resultó
simpática...
reí con ella,
hablé con ella,
pregunté cosas
a una cucaracha
que jamás
preguntaría
a nadie...

La cucaracha
movía las antenas,
me entendía,
era un ser inteligente
más que otros seres...

Jugué con ella
mientras soltaba
cerotes...

Le daba toquecitos
con un trozo
de papel higiénico
arrugado
que fabriqué...
también con la punta
del zapato...
pero la cucaracha
no atendía,
me molestaba
que compartiendo
emplazamiento...
no me hiciera caso
y no me contestara..
enfurecí,
intenté razonar con ella,
pero su misión
se distanciaba
de la mía...

Entonces me limpié,
tiré de la cadena...
y cuando estaba
a punto de salir...
a punto de abandonar
el wc...
la pisé...
sonó:
Crickiricric....

Antes de dejar
un lugar
que no me pertenecía
pero lo usaba en mi
favor;
no podía dejar
nada que no me gustara,
y qué lo ocupara.
¿En que clase de mundo
se creía esta cuca que vivía?...
Era el conquistador,
el estratega,
el fuerte...
¿Cierto?

Como corazón.

Corazones como trapos,
como cenizas,
como ropa sucia,
como cartones de tabaco,
como papel de periódico,
como acampadas adolescentes,
como finales sin comienzo,
como cartas sin destino,
en un buzón amarillo,
en medio de una urbe de humo,
como gemidos estrechos,
de uno como yo, que se deshace en este teclado...

Corazones como todo lo que vemos.
corazones como todo lo que tenemos...

Corazones que envidian ser otros corazones,
corazones que viajan en trenes con sillones roídos,
corazones de pelele...
corazones de trapo, que se desatan
en sus cuerdas de pita a los 13 años
cuando suspendes matemáticas...
o no les dan el beso después de dos kalimochos,
en un callejón oscuro
donde el sabor de la niñez
se evapora con gusto a  imaginación,
y ojos que cierran el amor primero,
de un quinceañero
que desea tocar teta y no llega
a lograrlo...

Corazones en medio
de una ciudad
que se creen
exclusivos
en medio
de un mar de sangre,
con gondoleros
que clavan su estaca
cuando menos lo imaginan
para matar el deseo
del acné, como un vampiro
de la niñez,
que quiere soñar
para hacerse adulto.

Corazones no somos algo.

Noche de entrega

Hay una linea
que atraviesa
tu vientre...
y otra que la corta
sesgando tu ardor
en millones de trozos
que queman...

Hay un árbol
que crece hasta
tu cuello,
entre tus senos,
donde yacen
los pezones
por donde
escala mi
malévola
risa...

Poseo y riego
tu árbol
en su base enmarañada...

Tengo un pajaro
negro
que mira como asesino
tu vientre de vida...

Desea con su pico
de carne grisácea,
rebuscar
y
comer la simiente,
que llora
al nacer
en medio
de la noche...

Tengo
un pájaro
negro
que quiere
morir posado
en tu árbol,
en ese que nace
y muere
en tu cuerpo...

He metido
con mis dedos,
mis propias
semillas...
mientras
revoloteaba
en círculos,
esperando
a que mi
flujo,
el que muere
cuando
respira,
yaciera
en tu vientre
y arrancarlo
con sus garras
para desgajarte
entera...
desangrando
tu destino
de legajo
inamovible.

Carta receta y bares.

Hay otras vidas
igualmente 
enmarañadas.


Como humanos
no estamos solos,
somos
un conglomerado,
hacemos sucio
casi todo.


Como un ovillo
de lana espino,
tejemos ropa 
para luego ponerla
y sufrir con ella.


La vida
no es más que ropa
sucia que pincha
y molesta.
------------------
Ella me mandó
este poema...
mientras
abría el sobre
y miraba su
foto, fui
a la cocina
a por una
lata alta
de cerveza.

En la foto
se veía
a una mujer
de casi cincuenta
años
pero con un cuerpo
maravilloso,
llevaba puesto
tan solo
un tanga.

Después
del poema,
una carta
en la que decía
que vendría a Madrid
solo a follar conmigo
y a conocerme.

Arrugué el sobre,
usé la foto como
posa vasos
para no ensuciar
la mesa con el agua
de la lata...

soy poeta,
soy cuidadoso,
más no ordenado.

Agarré el poema,
lo volví a leer,
lo dejé
encima de una receta
del medico.

Eso me recordó
que debía ir
a verle al día
siguiente,
me producen
angustia los médicos,
son como los talleres
de coches,
siempre sacan algo nuevo.

Así que me bebí
la lata casi de un  trago,
me vestí,
eran casi
las once de la noche,
bajé al bar de la esquina,
hacía tiempo
que no veía a Frank el Tuerto,
el camarero...
desde la ultima vez que fui
al medico.

Cajero y deudas.

Chorrea desde dentro
el poema,
cae por mis dedos
mientras martilleo
las teclas.

Tras la puerta
corren los vecinos
creando una nube
de ruido
inexorable.

Caen sobre mi cabeza
el ruido
y los versos

Afortunadamente
aún me queda
algo de vida
y cerveza fría...

Aunque la contradicción
sea una oración
que se ceba
en mi vida
y mis poemas,
una duda,
que cada noche
me asalta
en este absurdo
rincón al que accedo
por claves,
como a un cajero.

Le saco
dinero,
le saco
poemas,
le dejo las deudas
de mi existencia.