Creciendo: Atravieso el asfalto.

Todos los días
tienen algo extraño.

Compras en el mercado
de la esquina,
tus manos están rotas,
agrietadas.

Escalo por ellas
hasta la borrachera
de tus ojos,
haces de mi
un muñeco de plastilina,
como pipas sentado en el suelo,
corro riendo por la calle,
miro atravesado el mundo,
cavo agujeros a la pata coja.

Lo raro de hoy,
es lo raro de ayer.

El amor es una pieza
díscola de rompecabezas,
quizá no haya más
que una cara y su goteo,
pero trasformo
cuando no estás,
tus besos en corazones
de corcho,
en barquitos de papel,
navego en un piélago de sonidos:
silencio,
silencio,
silencio.

Anagnórisis y peripecia

La amo,
no podría vivir sin ella,
me tiene enganchado,
cada vez que puedo:
La uso,
la mancho,
la chupo,
la penetro,
la muerdo,
la arrastro,
la toco,
jugueteo con ella
y mis dedos.

Suele ser cada vez que puedo
y me nace,
me brota,
resurge,
dibuja.

Me gusta tenerla en la boca
entre mis dientes,
pasar mi lengua,
meterla
pero sobre todo:
Escribirla
para darle miles de significados
y especificarlos en letra.

Así es,
amo la palabra:
Vagina.

Eje monocloroacético

Vivir es una epopeya eviterna,
ahora llueve,
pero como en todos los ciclos,
saldrá el sol y cuando esto ocurra
echaremos de menos la lluvia,
descontento generalizado,
jamás somos enteros,
siempre andamos divididos.

Meando desde lo alto del trampolín.

Convencerme de mi mismo.

Asediarme en la extensa egolatría
de mi descontento.

Esperar a que todo pase,
sentado en el sofá, mirando por la ventana.

Escuchar el timbre de la puerta,
el silbar de la cafetera,
el celofán de las galletas.

En definitiva ver como arde
mi deseo en arena.

Sentir que una piedra late
dentro de mi pecho,
y mientras ella come biscotes,
sobarle las tetas desde atrás,
pellizcar sus pezones,
mordisquear su cuello,
su oreja,
ahondar mi lengua en su oído
como si fuera un pene mojado.

Entender la vida es difícil,
lo fácil es olvidar vivirla,
abandonarte,
convencerme de no morir en cada sonido,
bautizarlos como ruidos,
enjaularme, tirar la piedra
al asfalto y bañar de sangre
el subsuelo.

Llover sobre todo,
diminutas gotas de protoplasma
ebrio de vino.


¡Ciudadano del mundo!
qué fácil expresión
para los que no detienen
el siglo y sufren en segundos.

No recuerdas ni como te llamas,
mientras ardes en esta vida,
rodeado de nombres.

Rutina del día en clave de fa.

Ella se levanta y lucha,
sueña con cambiar de vida
y mira con intensidad,
a las siete de la mañana,
un cuadro de Mompó.

Retoza entre las letras,
leyendo poemas a objetos
y personas, que no ha tenido,
que no conoce.

Sabe al igual que yo,
que no le gusta la poesía,
es amante de la vida,
por esa razón prefiere
el poema.

El poema saca lo mejor
de todo, a través de los ojos,
el tacto y la respiración,
el poema es pragmático,
la poesía es espera y aburrimiento.

Sorbe el café, se ducha,
se calza  envolviéndose,
en el uniforme de guerra.

Se acerca sigilosa,
me besa y yo la miro
como si no volviera a verla.

Todo en esto es una guerra
con cuartel de base,
no nos gusta lo que hacemos,
pero sabemos que a escondidas
como cuando empezamos en esto
del amor furtivo,
cuando lo poco de lo nuestro
se fraguaba entre bares desconocidos
y rincones casi oscuros,
sabemos digo,
que pronto cambiara
reiremos
bebiendo
cervezas
con los dientes al aire;
y mi sexo reptará entre su cuerpo,
hilvanando orgasmos
entre sus pechos y su cabello.

Hechos como palabras, que anidan en mi juego de cartas

Ando siempre aquí delante,
sentado ante el papel 
o la pantalla,
como un pianista chepado.

Que si el color,
el corazón, el alma,
el espíritu y la vida,
la muerte y la angustia.

Jardines y flores marchitas.

Aquí, sí. 

Parece que vivo y hay días
que no sé si llueve o hace calor
o frío.

Ni miro por la ventana,
aquí todo el rato, 
componiendo poemas
a cualquier cosa,
sacando de mi algo
con estas letras
encerrado en la palabra.

Hoy salgo, dejo esto,
abandono esta inexorable
vida de creador solitario.

Me lanzo a la calle,
donde nada me pare;
donde algo me despierte
de este silencio concentrado
en letra,
necesito el aire.

Hoy es cuando resucito
del papel, para convertir
mi palabra en un hecho.

Revivir la verdad, 
como un jersey de punto bobo,
estirarlo hasta lo insospechado,
romperlo en medio de la noche,
al visitar tu casa y empaparme
de esa vida.
Hasta que tu glándula skene:
quede enganchada en mis dedos.


Sueño en medio del sol

Abierto a la verdad,
bostezo mentiras.

No sé si salen o entran.

Miro por la ventana,
la vecina pasea el perro,
el sol observa todo.

Oigo voces,
huelo el césped.

Parece que va a cambiar
todo,
parece.

Bostezo en medio
de esta ingente cantidad
de cosas.

No se que saco,
pero menos que obtengo.

Bostezo y me trago el sol
cierro los ojos,
me ilumino.

¿De dónde?

Ahora quiero más.
ahora es el turno
de mi chocolatina.

Ahora es la oportunidad,
del caminar entre
cerdos, viento
y brisa de podredumbre.

Es mi ciclo,
tengo el brazo roto
y el reloj desafinado,
cada segundo
llama a la muerte,
cuando no es su turno.

Espera que no he acabado...
bajo mi almohada, sólo tengo,
dos monedas...
céntimos de mierda,
que se restriegan en mis sueños.

No, no, no, no lo sabes...
aún no te has dado cuenta,
no tienes idea, de mi propio odio:

Nosabescomomuerdo,nosabescomomuerdo.


Nosabescomomuerdo,nosabescomomuerdo.
Nosabescomomuerdo,nosabescomomuerdo.





Y ahora...mestoymuriendo.


No hay titulo para esto.

Soñé que limpiaba un cadaver,
que adecentaba su cara,
su cuerpo,
que lo aseaba...
rompía sus huesos
para dejarlo recto.

Que lo rajaba para rellenarlo
de trapos y dejarlo como si nada.

Soñé que yo me lo hacía a mi,
que yo era yo, y que mi muerte
se apilaba en una caja de lapices.
me comían los cuervos, por verme
en medio del azul y el verde,
mientras mis venas escupían
rojo y marrón.

Soñé... soñaba...
pero de sueños
e ilusiones están
las calles llenas,
y los corazones vacíos.

Bodegones de plástico.

Cuando llegó,
cerró dando un fuerte
golpe,
parece que su corazón
se cayera desde lo alto
del hemisferio este,
de un avión solitario.

No es que odie,
a los que predican,
es que nunca dan
ejemplo.

Saltas en medio
de tu silencio,
como a la comba
en medio del barro:
Rabiosa y gritando.

Ahora ustedes,
señores del apogeo,
pueden si lo desean,
continuar con su eterno
peloteo de ignorancia.

Me marcho en la neblina
de esta madrugada advenediza,
a tomar la mano y beber la sangre
de la que me mira cuando estoy ausente,
o perdido en el espacio sideral
del sofá de casa,
o en medio de la fuerte depresión
que me causa, observar los vasos
en el armario de la cocina.

Fruta de plástico,
Fruta de plástico,
siempre brillas y aparentas
pero estás vacía y sin nombre.

Libros y fotos.

Voy cerrando puertas,
soy consciente hasta que lloro
a solas,
olvidando para no sufrir.

Duele a veces hasta mirar la hierba,
sufres la amnistía del beso
como el alambre espino
cercano a la garganta.

Anoche se me cruzó
un gato negro.

¿Dónde están
los besos que no nos
damos?

En tu boca, en tu boca,
justo cuando bostezas
y no echas el alma.

Corriendo con el pecho desnudo.

Parece que voy entendiendo
algo de todo esto.

Sale el sol por las mañanas,
oscurece a la tarde,
te entristeces por la noche.

Sales en medio de la calle
con el corazón encogido,
con esa sensación en la que parece
que se hace pequeño,
y puedes doblarlo,
o hacer un avión de papel,
depositarlo como una factura,
en el bolsillo pequeño
de tu pantalón vaquero.

Es hoy cuando somos mirlos,
es hoy cuando somos  pelos
en el suelo del barbero.

Parece que nos defendemos
de todo y somos fuertes.

Reconocelo,
sólo ríes, encoges tus hombros,
y confundes tu corazón
con una moneda de dos euros,
para pagar en el bar,
un beso en botella.

Invirtiendo tiempo

Existe y lo sé,
un atardecer tranquilo,
una mar serena,
un río limpio.

Sin sangre bajando
por las calles.

Charcos de agua,
donde chapotear
después del colegio,
y antes de merendar.

Cuento los días,
para encoger todo
a nivel de inocencia,
sin romper el jarrón
del pasillo con la pelota,
ni hacer trampas a las chapas.

Queda poco, cada vez menos,
ya veréis, ya.

Ya veremos todos,
como soplaremos molinos
de papel negro,
con nuestro aliento
de vino viejo.

Ni adiós ni tiempo para decirlo.

Sé que soy un monstruo,
que devora corazones,
y se esconde tras los ecos
de la calle...
¡qué me vais a contar de mi
que no sepa mi otro yo!
ese que ahora no escribe.

Me derramo siendo un socarrón,
abandono mi propia resolución
para mirar como un loco el frente.

Mastico todos los pecados,
los cuelgo de mis tripas
para hacer caldo,
lo bebo bajo la luna
con los ojos cerrados.

Todos tenemos sopa
de pena, todos cocemos
caldo con los huesos de nuestra
cobardía.

Cada día es día, mientras la noche
fabrica muerte inesperada.

He parido dolor sin sufrir,
esto me convierte en un ser
deplorable,
sigo siendo el mismo,
camino a solas por la noche
olvidando a cada instante,
el movimiento exacto
del tiempo.

Tiempo,
tiempo,
tiempo,
segundos en horas
que convierten en olvido
los edificios más recios.

Es hora de cerrar los ojos,
y llorar como nunca,
o al menos hasta que vengas
de nuevo.

Digo todo esto,
o lo escribo,
vaya ser que mañana,
las fuerzas se me conviertan
en bulimia y vomite
el poco amor que tengo,
mientras como he dicho antes,
mastico corazones y escupo al suelo
gargajos de mi alma,
para que otros los pisen.

A Juanito del Moral.