Corriendo por la pradera de su nombre.

Sigo el rastro de las hojas secas,
conozco el crujir de tu sollozo,
siempre me lleva al final de la alameda
donde el adoquin y el sol:
Se besan y despiden.

Es corto pasear sin la garra
que araña la espalda,
en las noches de pelo y colmillo.

Revoloteando al extremo

Me gusta derramar
cerveza en su coño,
para luego chuparlo.

Es como si la tierra,
recibiera una lluvia
de néctar y mi lengua,
un niño que hace del barro,
su juego de guerra.

Jugando sin ilusiones.

A penas sin palabras,
me arrugo, como un folio
garabetado, en el sofá.

Ha pasado el mar,
ha pasado el viento,
ya no queda fuego;
y la vida es un juego
por el que sólo
se cuela la angustia
de lo intratable,

un juego al que siempre
toca la china al mismo.

No estoy de acuerdo,
todo es melancolía,
todo es absurdo,
viene a mi la pregunta
más peligrosa del mundo:

¿Para qué?

En el reverso contrario de lo casquivano.

Nada es real,
entro en bares
y grandes almacenes;
todo se me hace
como dibujos animados.

Ando siempre
con la boca cerrada
y la cabeza revolucionada,
el corazón me salta del pecho,
y los ojos son el balcón
de un panteísmo.

Divago en irrealidades,
todo lo que hago en días
como este, no es serio,
todos los días son iguales,
viajo bajo el jugo de la inconsciencia,
lo sé,
soy prudente e insensato.

Entrando en constancias, sectas benevolentes que fustigan lo olvidado.

Amanece sin sorpresas,
el sol en el mismo lugar,
no es necesario gemir,
tan solo cierro los ojos
y olvido camino de la ducha,
la noche, que con su oscuridad
se ha hecho tan larga.

Ahora es tiempo de agua,
cae y se marcha,
fluye y me reflota.

Vuelvo al corazón
por la senda
de lo tramado;
lo sabe tiene constancia
incluso lo esquiva,
es fácil llenarlo de alambre
es mejor evitar que sufra,
grita en voz alta.

Estoy hecho de olvido,
añoro todo lo que no he hecho.

Luna en sol, muerte al filo del beso no buscado.

Decidí escribir
con la mujer que llevo dentro,
porque en mi boca
hay una vagina
que pasea por mi lengua.

Mis poemas tienen esa menstruación
del sigilo, sangran cuando la vida
no les llega y explotan en el corazón
del que los consume.

Escribo con la mujer que llevo dentro,
por eso las letras tienen forma de coño
y llegan más lejos por ovarios;
se excitan con el roce del dedo
sobre el cursor o la página,
ven en el papel el pene donde
cabalgar a horcajadas rellenadas
de duro y largo hipérbaton.

Escribo y lamo vaginas,
como un amor lesbiano,
taciturno, incompleto;
así definido
por no encontrar
el camino del placer.

Elegí escribir con la mujer que llevo dentro
y joder al mundo con la sexualidad
de lo ambiguo,
revolcarme en los fluidos hipersensibles
de lo irrevocablemente exonerable.

Revoloteo como una mosca, entre los labios de la desesperación.

Se me forma un nudo
en la garganta,
estomago,
y en la pelvis.

El corazón parece
que se corta las venas,
y huye arrastrado
por la sangre que hierve,
se hunde en sumideros,
escurriéndose como una rata
mojada.

Aparece en mi consciencia
el miedo a no crear,
a no poder escribir.

Me lanzo entonces
como una bala perdida,
recorriendo calles,
riendo a carcajadas,
haciendo notar que estoy
muy lejos de estar mal,
pero estoy en la miseria
de la no palabra.

Puede que no encuentres
nada bonito en ese poema,
ni que guste, ni que emocione.

Pero la angustia, la ansiedad,
la desesperación;
no siempre son tan bonitas
como en algunos versos
explican otros, que también
la tienen y la padecen.

Me pregunto en el fondo, cuando ya he acabado.

Hago chocolate amargo
para guarnición
de mis decisiones.

Como un gato,
camino por el tejado
en la noche, sin caerme.

Hace mucho que no me tengo,
no hay pobreza, ni fortuna.

En cambio encuentro
en la sequedad,
de esta fuente,
la palabra, en la piedra
erosionada por el silencio.

Saco algo al fin de todo esto,
y sé que no es importante
pero me da igual todo,
cuando lo minúsculo,
toma forma de emoción
descontrolada.


Madrugando en mi estomago

Intenta fabricar una calle,
llénala de bares,
y de gente.

Luego olvídala,
no le hagas caso.

Gritará y será revolución,
es el conjunto de la unidad,
lo dijo Aristoteles,
Descartes se fijó en el hombre
abandonando la creencia
creada por el hombre.

Ahora hazlo,
súmate en tu propia
rabia y cura lo que luchas
por cambiar en tu enemigo,
ese que a veces ves,
cuando miras a otros
viéndote reflejado.

Teoría de la evolución económica, en un hombre que mira la vida, con la cabeza entre sus propias piernas.

Descreciendo,
in-madurando,
restando años
mientras los cumplo.

Volver a subir al árbol
para recuperar el verde;
olvidar el marrón, el amarillento
cetrino de la podredumbre,
que trasforma la pulpa
en un gusano con forma de dinero.

Camino a la niñez,
cuanto más viejo
me hace el tiempo,
es la manera innata
de rebelión del hombre,
un gran remedio
contra la opresión,
volver a jugar en la tierra
ahora que no tengo techo.

Jugar entre cajas de cartón,
construirme baterías con los tambores
de detergente,
y cansado de ir tras las bolsas
que en el parque, el viento elevaba,
sentarme a respirar y mascar chicle:
mirando a mi madre.

Descascarillando, apartando cortezas y óxidos

Se caen las piedras,
desprendidas sin compasión
de la montaña de mis emociones.

Lloro, siempre lloro.
Un llorica desde el colegio.

Se caen las piedras,
esas que tiraban a mi espalda
en mi niñez, por ser raro.

Se caen, y con ellas el muro
de la fortaleza en la fachada.

Soy de carne, y agua;
es por lo que me dejo
inundar por lo que me rodea,
es por lo que a veces
soy un huraño esquivo,
no quiero volver a ser
el lobo perseguido.

Quiero leer solo,
en lo alto de ese todo;
que representa su inconsciencia.

En medio de un bosque de almendros.

Palpita su nombre
entre mis piernas,
es un hueso duro de roer,
una viga de acero,
un árbol centenario.

Es el rigor mortis
que desea enterrarse
en esa delgada linea,
que favorece nuestro
horizonte.

Bolígrafos secos, imagenes desnudas

Tan inútil
como el bolsillo de mi camisa,
se me esboza esa estúpida
sonrisa.

Le nace sangre en la espalda
y se derrama mientras habla.

Agita como un aerosol,
sus manos antes de acariciarte,
concentra toda su vida,
la exprime por las mañanas 
desparramándose en besos.

Llora y no gime, 
no se lamenta, tan sólo lucha.

Vapulea a la vida con su risa,
consiguiendo dar forma, y contenido:

Al bolsillo de mi camisa.



Mirando su piel, mientras imagino que estoy en la playa. (Poemas ineditos de Charlotte White a Jaqueline Kennedy)

¿Qué haremos cuando las nubes no tengan formas?
¿Cuándo la arena del mar ya no tenga alas?
¿Cuándo los bares sean cementerios de palabras?
¿Cuándo pasear se convierta en un monótono estado del estar y no del ser?
¿Qué haremos?

y si fabricamos música con todo...
componemos una sinfonía; sinfonía de la duda.

Para escucharla cuando no tengamos
respuestas, a lo mejor; quizá y sólo quizá...
valdrá la pena haber hecho todo esto
antes de soñar por siempre,
que la verdad, cuanto menos ornato,
más nos desnuda ante la muerte,
y eso, querida, eso es la libertad.

Amarillo fluorescente, calendulas en la noche.

Ya no hay lleno,
todo está vacío,
ten presente,
que robaste anoche
el elixir de mi vida,
por eso ahora
envejecer contigo
es un hecho inexorable.

Erase un lugar extraño y una uña rota.

En medio de todo,
hay una soledad sin nombre.

Inocencia por vivir,
sangre de tu adjetivo
que se derrama por mis dedos.

El abrigo del árbol
es la sombra que proyecta.

No recuerdo nada de lo que no he vivido,
pero me llegan sus vientos y me trastocan.

Existe una claridad que lava los días.

Miro al cielo y doy forma a las nubes,
es un juego que mantengo desde niño.

Hubo un intermedio.

Ahora sigo, gatos, montañas y demás dibujos
en el cielo.

Es ahora, es ahora; justo ahora,
que disfruto más que nunca
de mi niñez.

Cuanto más tiempo pase, más niño soy,
soy el adulto inmaduro, el canalla del cuento.

Desde la noche

Es la cuchara en el vaso,
tintinienando mientras limpia
la pintura del pincel.

Es el desayuno de las siete de la mañana.

Es el cuadro de Mompó.

Es el gato negro encima de las estanterías.

Es la tetera desprendiendo luz.

Es el café quita-sueño de después del desayuno.

Es la duda de no llegar a nada sin desordenar el caos.

Es el fucsia.
Es el verde.
Es el azul.
Es el amarillo.

Es el beso en la cocina a escondidas.

Es el cargador del móvil

Es el negativo en las cuentas del banco.

Es el verbo ser, que pasa a estar con una mirada.

Son muchas las razones por las que nos despertamos
por la mañana con ruido y esperanza.