Subiendo el humo desconocido

Son como despedidas
que la profundidad
del lecho dicta en morse,

ella se retuerce entre mis brazos
como un arcángel preso
y oscuro.

Tira de nuestros minutos
el carro del destino,
hacia donde el tiempo
huye no hay miserias
ni ruinas dudosas.

Así es la extrañeza,
lo incierto, 
el remolino del inconsciente
que arrulla presagios
que nunca se cumplen.

Como terremoto,
tiembla el corazón
en mi pecho,
y huracano
palabras fuera 
de esta jaula,
como los presagios
en morse,
en el lecho...
sin duda
ni arcángel,
ni fuerza,
ni muerte.

Haiku de la entrega.

En medio de la cobardía
la muerte,
se rajó las venas
y resucitó.

Anillos, aves y sangre

Caminaba con la lentitud
de una gheisa,
llevaba en sus manos
un libro: el de los cinco anillos;
de Miyamoto Bennosuke.

Nos miramos, abrigada
al frío, pálida; mirada
triste de asesina sin escrúpulos,
al continuar, tropezó con alguien,
se le cayó el libro, y al agacharse,
nació un gorrión en forma de sable,
que atravesó mi pecho
abriendo en canal,
un arco iris en mi sangre.

Empapé con ella las aceras grises,
el asfalto muerto.
Su flujo se hizo cielo,
mi pene alzó el vuelo.

A traición y por la espalda

Cargué mi revolver,
lo llené de sexo,
de besos,
mordiscos,
de caricias traicioneras,
y esperándola
a escondidas...
vacié el tambor
de munición,
matándola
de seis tiros
a bocajarro,
y mientras se desangraba
en el sofá, brindaba
con nuestros fluidos,
por el comienzo
de una muerte
deseada.

Maldito momento, creación extraña, proceso raro y abstraído menor.

Es una letra y después otra,
una procesión espantosa
la que a veces forma el poema.

Es una caries vocal,
un sarro en las letras mudas,
lo que ocurre en los dedos
mientras tecleas, o dibujas
trazos curvilíneos que se disocian
de su significado original,
para convertirse en un horrible
óbice de angustia;
son las palabras que forman
filas y sentidos bajo la estricta
angustia de la égloga,
es el verso un general,
que en ocasiones, manda
fusilarte como un preso
de su ira sideral.

Es la oda un dibujo
abstracto que retoza
en la inconsciencia,
mientra patea tu corazón
como un vándalo callejero.

Es la tonada una puta,
una cabronada en la razón
que perdida se asusta,
hasta de su bucólica composición.

Soledad, pecho y vida.

Ella es madre de dos hijas
que serán madre como lo es ella,
ella sufre como su madre,
al ver a sus hijas como hijas
como sus hijas cuando sean madres,
y miren a sus descendientes,
como madres; y recuerden como hijas,
el sufrir de la madre por ser madre,
en el dolor de abuela,
que observa, calla y muere.

Ella es madre y llora a escondidas,
es como un violonchelo, en la huerta
solitaria,
desgrana su dolor como cerezas,
en la palma de su alma.

Ella ahora sola, lleva su coche
hasta casa, y espera a sus futuras
madres, con la esperanza de la abuela,
que en breve verá como sus nietas,
futuras madres, sufren como su madre;
como sus hijas, como ella.

Por eso que a veces mira el fondo
de la taza de café, adivinando en sus posos
que está triste, porque se siente indefensa.

Naufragio diario

Tú lo sabes,
a veces busco la muerte
hasta en los bares.

Bebo y río a carcajadas
me hago notar y soy ruin
conmigo mismo.

Raspo paredes,
convierto mis ojos
en buitres leonados,
y es mi lengua
un gato callejero.

Me hago amigo
del que me desprecia,
para traicionarle.

Quemo papeles,
y digo que no escribo.

Bebo y consumo
mis segundos,
de la mano
del sufrimiento.

Camino entre las sombras
de las farolas,
por las calles del vicio.

Sabes eso, y que en casa
soy un niño,
mi punto débil
es la melancolía,
y la sorbo por momentos.

A veces sin venir
a cuento, lloro.

Te miro de reojo
leyendo en tu piel,
lo mucho que me amas,
en ese extraño
pero conciso
braile de estrella en la noche,
que convoca muertos.

Has visto que una caja
de doce botes de cerveza,
me dura una noche
de poemas y besos.

Pero al final del todo,
voy a morir,
atraco,
aparco,
aterrizo,
me recuesto,
acurruco,
siento,
retozo,
y sobre todo
duermo...
en el lunar de tu pecho,
ahí es donde naufrago
cada día,
cuando el sol,
aburrido de querer
darme vida, huye
y me deja con todo esto.

A Laura Bettonica. Esa parte de la mujer que pocos conocen.

Conduzco rumbo a casa.

... Y mientras duerme,
conduzco en la noche.

La carretera como mi vida
está llena de rayas blancas
discontinuas,
adelanto porque me lo permiten.

El coche es una hiedra de espanto,
mis ojos dos estatuas de litio,
vacíos sin mano.

Hago recopilación de mi existencia,
no paso del primer capitulo.

...Y mientras; ella duerme,
mas parece que se esconde
tras un bosque de crisantemos
y robles,
resbalando por las cuencas
de mis ojos, cayendo por mis venas,
reanimando con dibujos y colores
a mi corazón, deshabitado hasta su ocupación.

Pongo el intermitente en la oscuridad
de la noche,
tomo rumbo a casa,
entro en su soñoliento
cuerpo, para revivirme
en su sangre y restregarme
en la amorosa vagina...
vital,
inexorable,
inevitable, inevitable, inevitable,
la puerta está abierta,
la luz me llena,
El accidente llega,
hemos chocado y ahora somos
un amasijo incombustible de carne
y vino.

Funcionario y ventanilla

Me aburro,
pierdo el tiempo,
bebo café
de forma compulsiva,
espero el poema
mientras escribo,
me suicido y me masturbo,
fabrico escudos
contra las estrellas.

El café siempre sólo,
la muerte mejor con leche.

Me muero amandote mientras muerdo los labios de tu vagina

Jamás creí en nada
hasta que el viento
me rozó,
y me trasformó
en cometa.

Tengo constancia
de mis cuerdas,
las que me impiden
volar,
las que no cesan
de amarme.

Todo esto es un momento,
pronto volaré,
en nada flotaremos;
hasta el salto
será motivo
de vida, y trotaré
en tu recuerdo,
mientras agarras
mi mano en ese viaje
a la luz del quebranto,
y el desengaño.

Pecado de Koku.

Vaso pequeño,
creí ser hombre
y no logro embestir
mi propio valor.

Derrumbado por el introito
sideral y asesinado
por la guillotina de la carne,
encontramos el dolor
en el corazón del amor.

El tiempo es corto,
y la ansiedad infinita,
me reflejo en mi fracaso,
no ahuyento mis logros,
la dureza de la vida
es tragar agua, que cristalina
te raja la ilusión,
mientras el pene
es una tiza de la escuela.

Medidas y raciones.

Puedo vivir
sin mi Koku...
esa rara
medida
que el corazón,
raciona
como aliento
de ajo.
pero no,
sin mi tinta
ni mi pincel,
esa extraña carne,
que doma
la fiera, que habita
en su vagina.

Derretido como un niño.

Perdido en medio
de su abrazo,
cayó la noche,
dolido por no verla,
me fundí con su pecho,
hasta que la madrugada
se hizo vieja.

Soliloquio de la valentía

Atardece
mientras paseo,
ladra el perro,
tiembla el loto.
Pienso en el camino
mi alma tiene miedo.

*****

Suena el viento,
es la música sola,
que sin flauta
se queda muda,
ha enloquecido
y desaparece.

*****

Cajas de cartón,
insectos que no cantan,
mi casa está lejos,
tanto, que aún no sé,
por donde llego
hasta su puerta.

****

El cerezo añora
ser nenúfar,
llora desconsolado
y se suicida.

*****

Hay cuestas,
camino hirsuto,
baldes vacíos,
noches llorosas,
en las que la luna
vomita estrellas.

*****

Llevo mucho tiempo
ante este vino tinto.
Tanto que es más viejo
que mi sangre,
y me cuenta la vejez
en los sorbos de otra gente.

Invierno interior.

El gorrión tembloroso,
es valiente en el vuelo,
y asustado en el suelo,
camina a saltitos,
vuela a ráfagas de fuego.

Es como una bala,
no le asusta la ciudad,
ni el humo, ni el polvo.

Picotea el pan y se posa
en el barro.

Como mi corazón,
se protege del frío,
no atiende el teléfono
ni bebe té gélido.

En una calle en un bar, perdí el dinero pero aún conservo la cerveza, la sonrisa y la esperanza.

El camino es serpenteante
y pleno de espinas.

La vida enhiesta
y desaforada.

Si buscas nunca encuentras
si llega no lo esperas.

Corazón hirsuto,
anduviste entre papeles
apuñalado por las letras,
cuando en verdad,
eras el domador
morfológico del amor,
acuñando la maldición
del pájaro herido.

A Gaby.