Llueve dentro y fuera no se oye.

Intentando mantener
el equilibrio por las calles.

El mundo se mueve demasiado.

Dicen que el truco
está en taparse los oídos,
pero hasta los golpes
tienen su melifluo.

Treguas dentro de una ficción.

Junto al bosque,
encuentro miles
de besos en forma
de hierba.

Dentro de la ciudad,
hallo millones de páginas,
con sabor a olvido.

Detenerse no es dejar
la lucha,
tan solo es pausar,
y reestructurar la pauta.

Observé dentro de mi, que no existe diferencia con lo sagrado.

Deambulo con dos signos.
Cada uno
en una mano.

Uno me aclama,
el otro me desespera,
por uno canto,
por otro me muero
en cada hebra.

Quise estudiar lo más sagrado,
y solo aprendí,
que dentro de los dioses,
nada más hay, que corcho blanco.

Haiku del equinoccio.

Resuelve tramas
en medio de la noche,
es su riqueza.

Incredulidades, al pie de una decisión hirsuta.

Mi pauta como la vuestra,
es la del silencio
en medio de la partitura.

Mis intenciones
las corcheas
que ascienden
por el tibio río del mundo,
ese que su agua es miseria.

Podríamos descifrar
o,
jugar a hacerlo,
las adivinanzas
que guardan nuestros
ojos, para no entrar
en el pecho,
pero entonces,
todo sería aburrido.

Me gusta ser compuesto,
llegar con mi propio sonido.

Lenguaje amarillo, cuentos rellenos de largas madrugadas.

Practicarte el arañazo
como sistema,
de cohesión territorial.

Nada va a liberarte,
del castigo
dictado por el sueño
que muere en pequeñas
dosis.

Tan sólo
tu decisión,
alejará la guerra.

Tienes una sonrisa
tan infinita,
que su nombre es:
eviterna.

Ahora suicido
mis horas,
acurrucado en tus brazos.

Entrega de los resultados en una ciudad imaginaria.

Saboreo tu respiración,
como una dosis
de inconsciencia.

Entro con ella,
en un parnaso
de lisergia
no comprendida.

La diferencia entre el yo,
y el ego,
es un estudio;
de la coral que nos rodea.

Apático redondeo tristezas, espero.

Vendo esos pasos
que no doy en tu ausencia,
soy como un río.

++++++

El borde de mi vaso
es un estigma,
muero al trago
del vino asustado.

+++++++

Nunca llego
al término de la búsqueda,
encuentro en la senda
el agua que sacia,
mi melancolía.

Amar el sabor, sin especiar su entorno; es dilucidar una existencia pura, y efímera.

Borracho bajo
el alma del parque,
bebo cerveza
de manera irremediable;
he descubierto la pena
humana,
y no merece ser eludida
sin el concepto propio,
de su misma existencia.

La felicidad es una garza
que bebe del lago,
hasta que siente el espanto.

Yo también alzo el vuelo,
cuando el viento,
despoja al loto.

Jaulas repletas de sonrisas, en medio de un palacio de oro.

Descubro cierta suavidad,
en todos mis insultos,
la sutilidad es compañera
de la inteligencia,
no encuentro ironía
que desista ante la ignorancia.

He divagado mucho
en medio de la nostalgia,
parte de la vida que hemos vivido
y no debemos negar.

Reírte de tu tristeza,
al rememorarte en el pasado,
es como soltar una sonrisa
en el entierro de tu mejor amigo,
al revivir aquel momento.

Ahora las oropéndolas,
forman un anillo de oro
que ya no visto,
conviví con muchas aves,
que nunca volaron al paso
de mi belleza despreciable.