Penetro en la noche
absurdo y abandonado
a mis propios enjambres.
Como el zángano bebo
y me emborracho,
creyendo que lo hecho
ha de ser como un estambre,
La capacidad de hacerme
daño, es como creer
en mi, como si yo fuese
mi propio hermano, cuando
lo único que elaboro
en estas noches,
es puro placer por el daño.
El masoquismo
que llega a revivir,
duerme en medio
de lo que no elaboro.
Tengo las piernas
tan quietas,
que camino boca abajo.
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