Canicas rotas en una tarde de julio.

Y ahora después de estos pocos años,
vuelvo a no ser mis propios sueños.

Viajo en ellos,
conduzco por ciudades
empapadas de hojas de otoño
que crujen al pisarlas,
como las cucarachas
que odias.

Es así,
no te olvides.

Siempre que quieras ser el caballo
que corre para ganar,
eres, en verdad, el jinete que cae
montando el último corcel,
ese al que matan de un tiro
por romperse la pata,
y no vale la pena
que viva cojo,
porque nunca ganará, ni siquiera,
el trago de agua en la finca de los jubilados.

La vida está hecha para los vagos,
no para gente que ardemos
hasta en la sombras frías del invierno.

Vuelvo a ser el que siempre fui,
porque la vida, hasta ahora, ha estado
disfrazando de triunfo los espejismos
que yo he imaginado.

De mayor antes de morir,
quiero no ser este yo.

Trampas en medio de la cara para descifrar la emoción que no alcanzamos a entender.

Es así.
Te olvidas de tu cosmos,
y accedes a una partida
en la cual el juego,
es una muerte
destacada para hacerte
recordar aquello que nunca
has sido capaz de matar
con tus propios
labios, empapados
en barro, o enfermos
de falta de carácter.

Ayer pude mirar al suelo,
ayer me di el derecho de acatar
aquello que nunca me he entregado...

Voy dando tumbos por lugares
estrechos.
Golpeo mi cabeza
en callejones por los que nadie
hace cuentas de lo que le deben...

Deseo con desmesura
volver a encontrarme
en medio de la nada
para ser recogido
como el tesoro
que se halla dentro
de la bolsa de basura.

Hace siglos
que no riegan
los pies de mi imaginario.

Continúo lanzando el quejido
al aire para recoger el eco
de esa vida que no sembramos.

Continúo...
hagamos del hombre
un rescate de la sombra
que jamás, nadie,
podrá descifrar al gritar
por la mañana su nombre.