Y de las nubes llueve la verdad tangencial del oro negro.

El resultado es taxativo
cuando la resistencia
no varía en fuerzas
sino en emociones.

Por un momento esto
ha sido un éxito.
Los problemas eran tragedias
engrandecidas por la pasión
creativa de la soledad.

El cansancio y mirar más
dentro que fuera,
me hacía sentir como un viejo
marinero socarrón.

Ahora todo fluctúa.
La vida,
el humor,
y la falsa perfección
de imitar a los ganadores.

Lo reconozco,
y no sé si hago bien:
adoro perder,
soy un yonki de la soledad,
eso me diferencia de la soledad
que otros disfrazan de sonrisa;
me diferencia del carnaval
al que se han suscrito para volar
con disfraces efímeros.

Vuelan, y vuelan alto.
Creéis conocer el cielo.
Creéis tener la sabiduría
de la estrella...
y no sabéis porque estáis
ciegos, muy ciegos...
que en el fondo sois las pezuñas
del cerdo.

Imito a los ganadores
como el humorista de televisión
que gana no siendo él;
gana siendo un reflejo en el charco
del presente continuo, y diluido
del futuro.

Y cuando todo haya pasado, vendrá el humo creado.

Desperdicio el tiempo,
a des-tempo.

Fonambulista cojo,
que desea saber
lo que depara el suelo
en medio de la ilógica oscura.
Retando al alambre,
cable de calambres
por el que caminamos.

Quiero avanzar,
y cuanto más lo hago,
más siento que me voy
deshaciendo,
como el helecho arrancado
que mece el aire disfrazado
de viento.

Vendrá el humo creado
por la decisión de incomunicarse.
con lo vivido.

Esa bomba maltrecha que no explota
esa manera absurda de salvarnos la vida.