Buscando a Boris más allá de cualquier paradigma.

 Estar lejos hasta de mis dedos. ¿Sabes? hay momentos en los que arder sería mejor que desaparecer. Momentos en los que la desmemoria podría arrasar con todo lo que me sucede constantemente desde hace tiempo. 

Hoy he querido superarme, pero me cuesta arrancar de la línea de salida y a la primera vaya, he caído hacia el cosmos de la inactividad. Barro de un lado a otro las miserias de mi vida y no alcanzo a comprender dónde me dejó aquel perro imaginario que tuve, al que llamé Boris.

Boris desapareció y aún espero encontrarme con él. Es la única esperanza que mantengo de mi niñez y la única que aún mantiene el fuego encendido.

Quizá algún día aparezca y me lleve por las calles que el tiempo ha reformado y que ya no son como antes.

No es estar sino percibir.

 Hay que dejar que choque.

Que se estrelle contra esa sombra que no existe.

Y ahí, justo ahí, abandonar esa extraña ambición.

Sabrás que todo lo que has deseado

es una canción compuesta para que la escuche 

todo el mundo.

Sí. Escribir poesía no es renglón y espacio...

Lo sé, lo critico...

pero es un poema profundo 

sentir ese renglón como nada...

y ese espacio, este espacio que ahora te digo...

dejar que actúe 

como una anarquía universal,

a la que acudes como si la existencia

hubiera sido inventada sin reglas.

¿Verdad?

Moscas, mirlos, lobos. Lugares por donde camino.

 Ahora que estoy solo,

que ya nadie me visita

digo que adoro mi pena

emparejada al dolor 

de este rincón olvidado.

Hace 15 años me dabas la mano

y ahora te he olvidado.

Mi cabeza está a mil cosas,

sin embargo vuelvo a ti

con la culpa de un niño pequeño

Parece que emprendo otros caminos

pero te digo que llevo conmigo

ese contigo que pactamos.

Continúo adorando las moscas.

Las moscas son poemas, 

como el aullido del lobo

o la visita del mirlo.

Vuelvo a ti, aunque ayer te olvidara.

Vuelvo a ti, porque nunca me he ido.

Es este rincón cálido de palabra.

Es esa ilusión que no extingo .

No te vayas

Cuando amas te das cuenta
que la vida es una carrera lenta, 
para no quedarte a solas
ante un vacío de mierda. 

No te olvides de la vida.

Ya ni amanece, 
 en esta oscura senda
donde mi corazón no crece, 
y sin firmamento, ni luces
todo vacío, enfrento mi alma
al viejo y retorcido infinito
donde la soledad 
a mi corazón carcome. 

Oh, decrezco y me arrincono.
Oh, sabia amarga de mi copa, 
A ti te lanzo la pregunta... 
¿Hasta cuándo todo esto, 
hasta cuándo la vida es usura? 

Es conveniente

El rayo que te parte en dos
es el mismo que ilumina
el camino de otros, 
también el que usa la tormenta
antes de la lluvia, 
la tristeza antes de la dicha, 
y tu consciencia cuando
recuerdas... 
el error vuelve
para darte cuenta que aún
te equivocas. 

Es en las noches cuando
al no verme nadie... me sajo
me destrozo, 
me mutilo... 
Prefiero esto
antes que un cobarde
que fabrica armas y burlas. 

Todas las madrugadas 
me parte el mismo rayo
(como a ti, lo sé). 
Siempre a la misma hora, 
siempre, 
cuando la vida desaparece 
disfrazada de forma. 

Todo parece que huye atrás, para vivir de nuevo sin cambiar.

Pienso en las luces de New York
una noche de octubre, 
y la gente en sus casas... triste. 
La lluvia cayendo y el almanaque
deshaciéndose en rojo todos
sus días. 
Pienso en esos días, en Debussy
y su Arabesque. 
En esa memoria dentro de mi estancia, 
y en ella mi pasado jugando con mis amigos, 
y con todos los padres vivos, regañando
en esa resurrección que provoca, 
el poder imaginar, todo lo que hemos hecho
con la inocencia de los días distraídos
de futuro... 
Quiero que las luces se conviertan en lluvia... 
que las tormentas sean vasos llenos
en aquellas tardes en las que soñaba 
con cruzar de tu mano, y en el silencio de nuestra mirada, el cabreado díscolo
y desmedido paso de Sibuya. 

El mundo es tan pequeño y la vida tan corta
que morir es un estornudo en aquella noche
de los noventa. 

Ayer tuve la ilusión del payaso antes de salir a dar un susto.

Nadie va a negarme
que ya estoy muerto. 
Hago todo lo que hago
en una estela sin someterlo.

Sé que la soledad es mucho más
que el peor aburrido de los juegos. 

Nunca vengas a buscarme 
mientras esté descontando besos. 

Ya la muerte, vino en ese momento
que todo el mundo aceptó como universo. 

Lo que de verdad quiero es que mi voz secundaria sea una aliada.

El amor es un talento poco desarrollado.

En medio de los pálpitos de la nieve, una telaraña

arde en un rincón que nadie mira.


La muerte está presente, siempre.

Corazón de martinete seco.

Alma que no alcanza la dicha…

hoy mi deseo es arrancarme las costras

de las heridas que me hice cuando era niño…

es ahora el momento de llenar de sangre

todos mis pactos.


El amor es un talento que no se intenta.

El amor es un talento de los hacedores.


Ahora quiero que todos las danzas del mundo

huyan despavoridas,

hacia la devastación de un un universo

que no tiene cuadros en sus paredes.

De cuando bebía en la madrugada con ese dios feo y maldito.

 Trabajo mi voz, cada vez menos limpia, 

con todo lo que puede romper el verbo.

Aguas amargas, desesperación de un viernes noche.

cerveza caliente con cubitos de hielo, en una madrugada

aciaga.


Ahora que suenan tambores de estío,

es cuando saco mis armas:

Mi muerte es mi aliada, 

mi vida en contra,

mis soldados de arena 

imaginados bajo un paraguas estrangulado

bajo un día que ha quedado en un viaje sin llanto.


Seguidme... es el momento de perderlo todo

mientras miramos como el sol se hunde en el horizonte

como una moneda de valor caducado.

Mismo perro collar distinto.

 Me sentaba al borde de la cama

en las largas noches de verano

en las que el calor hacía que mi sueño

sudara hasta los huesos del tiempo.

Me preguntaba, ya entonces, qué sería

de lo que no iba a hacer en el futuro de una vida

que me superaba en todo momento.

Era extraño sentirme ilusionado por vivir

al tiempo que deseoso de olvidar por no experimentar.

Caminaba por las calles volviendo a casa 

y escuchaba a los adoquines que me nombraban en medio

de la soledad que sentía, a cada paso.

Solo, estaba solo, era un solo. 

Un solitario que no quería tener nada más que lo que no tenía.

Mi canción era la meada en las esquinas, mi canción era escuchar

lo que me invadía en medio de aquél todo, colmado de esquinas

que gritaban al verme pasar. 

Creía por aquel entonces en los milagros sobre la vida.

Miraba por la ventaba de mi habitación mientras un barrio entero

roncaba tercas y sucias melodías.

No ha cambiado mucho la historia.

Solo que la cuento de otra manera,

y en horas distintas.

Redención tras la anagnórisis al revivir el olvido creado.

 He huido de mí.

Me arranco las raíces

para descabalar lo creado.

No tengo más que dos treces

en mi calendario.

Mis días, son los dardos

que no aciertan la mosca

de lo que yo mismo he creado.

Cuando me visto con la ropa del revés y sonrío.

No sé que tienen los vientos
que me cambian las cosas
de sitio, no las de fuera, 
Sino las de dentro. 

No sé que tienen las sombras
que cuando las miro, 
todo lo que pienso, 
se me convierte en salmo. 

Tal vez he arruinado 
mis quehaceres de vida, 
perdiendo el tiempo
observando. 

No sé si es un condicionante, 
vivir medio muerto, 
o que imaginar la vida
en otra realidad muy distinta
sea motivo de un acuciante
delirio de espanto. 

Cuando algo bueno me pasa
huyo despavorido
como alma que lleva el viento, 
al mismísimo regazo del diablo, 
por las manchadas y usadas
avenidas del verso. 


Porque los besos son genista del atardecer verde.

Mueres lentamente entre el ocaso
de lo que mi imaginario, ha descifrado
como palabra amor.

Nadie sabrá, jamás, que es lo que se escurre
entre mis dedos, cuando la tarde desvanece
sus luces, dibujando entre nardos esas penas
que nadie observa.

Por las noches es más presente
mi absoluta entrega a la destrucción,
que yo mismo he labrado en el universo
solitario que me aterra.

El palatino cósmico pronuncia
con marcada erre, el erre que erre
de tus brazos.

Y se repite entre juegos tu presencia
una y otra vez.

Sigues ahí, estás ahí.
Nada te mueve. Nada te lleva.
Ancla de mi esperanza, aullido de alta mar
Rememoro en todos estos graznidos,
El ala rota del mirlo que visita nuestra casa,
todas las primaveras.