Juego de luz.

Despacio como el día,
voy dando luz
a la noche,
la luna, es una espinilla
que no me exploto.

Mis calzoncillos viejos,
mis calcetines sucios....
todo es una miga de pan
que persigo.

La luz del parque a medio día
ilumina las flores, las copas
de los arboles.

Yo marcho caminando
como si la historia
no fuera conmigo.

Soy el asesino de la hierba,
soy el llorón del recuerdo.

A penas me exprimo en ella
que parece que el encuentro
es un cierre de universos,
para que las estrellas se maten
contra un suelo lleno de cielos.

Me gusta jugar, pero este juego
es demasiado serio, tanto:
que ya juego desde que era niño.

Oración

Rezo en medio
de sus brazos,
ella absuelve mis pecados.


Imagino el lago...
en su sexo
todo es más vivo.


Llevo siglos besando:
en sus labios
aún soy virgen.


Desaparezco,
aparezco,
soy un espectro de carne
en su vida de llanto.

un, dos, tres: Rayuela al revés.

Todo se para,
detenido, inmóvil.

Todo es polvo encima del mueble.

El reloj no avanza,
y me mira y se mofa.

Más quisiera yo,
saltar a la pata coja,
siguiendo el rastro
de la piedra,
pero ahora,
soy yo la piedra
y mi vida la tullida
que salta tras la utopía.

Deseo imaginar un truco
que me convierta en lo que anhelo,
pero la magia tiene su mentira,
por eso cuando más me imagino,
más me descubro asomando
la cabeza, por la chistera del mago.

Chistera de mago,
conejo mellado,
salto a la pata coja,
todos ríen de mi deforme
sueño, que imagina que flota
como el polvo, pero al caer
se da cuenta que es piedra.

Avispa y hada.

Zumba su vuelo en la oscura habitación,
se mueve mientras camina.

Ríe llorando y también; solo llora.
Es una avispa ciega y descalza,
convertida en mi hada,

ha inoculado su ciencia,
en medio de mi conciencia,
la verdad ahora me nace
cayendo como chorros
de agua lechosa.

Cuelgo sus pechos en mi cuerpo
con chinchetas.

Juega conmigo, como los niños.
es hada y muñeca de trapo.
Es todo y nada.
Es princesa de mi Exín Castillo:
Sólo deseo convertirme en niño.

En esa mirada, en ese momento:

Pensar en ella es imaginar mi estomago.
Corazón trasvasado, en medio de dos cuerpos,
que cae a trompicones sin saberlo.
Escribo en su espalda con pluma, mi deseo.

Levanto mi cara por la mañana,
la observo, y desmiembro su cuerpo
para adornar mi horizonte.

Cuelgo todos sus trozos
por mi cuerpo.
Es larga la vida, es larga...
pero mi cuerpo;
pared de sus miembros,
museo por donde resbala
su sangre y flujo,
deja estalagmitas moribundas:
Dibujando la esperanza que desde niño,
trazo a solas con mis ojos en la ausencia,
en silencio.
Oh! secuestrando corazón
colgado en el llavero,
de la puerta, del mismo infierno.

Hablando su noche.


Es agradable sentir la viscosidad.
Riego su musgo,
mi lengua es una soledad.

***

El bosque es oscuro
no entra el sol,
pero mi deseo lo ilumina.

***

Desde lejos,
sin hablarle, mi boca
la escarpa, dejando
entre mis dientes,
su espesa negrura.

Negación al lloro.

Mástil de huracán
que recrea su ardor
en mi estomago.

A penas apoyo
mi mano en la cabeza,
que mi llanto huye
por mis chimeneas.

No puedo volver.

Me pasan cosas
que no sé.
Hay momentos
que entiendo,
y sé que soy yo,
que los busco.

No se me va
el no querer,
me vuelve
lo que quiero,
como si no quisiera
cuando me huyo.

Perdido en la sombra,
no aclaro la vida
que corre
por esta calle,
que mi juventud,
dejó con migas de piedra,
para que mis dientes
se cayeran al suelo,
como migas de pan
honesto.

Bostezando sin vida

Cuanta poca libertad,
trae la medida del paso.
¡Cómo no me gusta
saber
que 
vive
su
b
e
l
l
e
z
z
a!....

sufro,
cada segundo
esta noche
que la imagino
en las estrellas
y no en mis brazos.
Me crujen
los huesos
cuando
b
o
s
t
e
z
o.

Hambruna y ayuno, amor y tortura.

No quiero esta noche
hacer nada contigo,
no deseo para que
no digas, que te engaño,
que mis palabras tienen
ese extraño poder de mentira,
no quiero follarte,
ni besar tu cuello
de esfinge, ni ese extraño
cordel de deseo
al que llamas ojos
que cuando me miran...
me ahorco.

Solo hablarte de lo que soy
cuando ya no estás, en estas
madrigueras por las que ya,
no sale ni muerte, ni vida
ni deseo ni tortura.

Deja tan solo
que baje las escaleras,
que visite la papelería,
que compre una pluma,
para que en tu espalda
escriba ese encuentro
de cebra y leona,
ese devorar de hiena,
ese arrancancarte a picotazos
los trozos de luna llena
que tu cuerpo luce en la cama,
a la vez que el mío,
en su propia esencia,
llora y se infusiona
para que huyas
por los poros del cuero,
de la piel usada y escupida...

Deja, aparta, quita, yo mando.
Yo mando; tú: sumisa...
pero sabes que si abres tu mano:
cómo de ella para comerte entera.

Reconozco.

Yo me doy aire,
me retengo
me libero
y me encierro.

Soy mi dueño,
mi esclavo.

Me ordeno,
y me siento.

Soy mi propio perro,
soy mi mano dura;
mi guante de seda.

Soporto cualquier
cosa de cualquiera,
pero no soporto
que mi dueña
me abandone...
que me deje
más de dos
primaveras
en el mismo parterre.

Yo me devoro,
soy mi acechante
ojo
para matarme,
depredo mi amor...
y
me mata mi mirada,
cuando acecha
mi cara
mientras me afeito.

Cobardía popular.

Todos vemos lo mismo,
nadie habla.

Nunca imaginé que el silencio
fuera la lengua cercenada
de los ojos.

Ridícula sociedad íntegra,
huye la verdad 
cuando es unidad
de ojos que hablan.


Pelo en un arenal

Entre los granos de arena
se encuentra el corazón
que buscas, no recuerdas
que achicharrado tu odio,
renaciste en medio de dos labios,
a una esquina del amor que nadie
supo encontrar...
entre la arena,
entre la arena, 
busco ese pelo
que dejaste,
porque ese pelo
y yo:
tenemos la misma pena.

A medias de la vida.

Y si la muerte me sorprende,
deseo en ese instante,
que el jabón del poema
enjuague mis manos;
las mismas con las que tanto
he escrito, pensando,
que el verso desarrollado...
era sonoro y perfecto.
Ay! iluso del verso,
cuan lerdo te has imaginado.

Por la espalda.

Cómo una enredadera de agua
trepa por mi espalda silenciosa,
sabiendo que mi ropa llorosa
no es más que una sucia muda.

Me persigue por todas mis estancias
se agarra fuerte para no tomar distancia,
es lo que ocurre cuando no vigilas
tus retaguardias, que en callejones
oscuros y nebulosos del alma
la muerte juega al póquer
con tu piel de negra araña.

Matemática inexacta.

Imaginarme su seno,
es perderme en la matemática
inexacta pero infinita de su cuerpo.

Ella es el cepo de mi coseno,
su vagina atormenta la hipotenusa
de mi esclavitud a su sexo.

A su lado me convierto en un cateto
de noventa grados y cuando recupero
el angulo, caigo en la cuenta
que todo gira en círculos concentricos,
de su interminable triangulo.

Fuente de agua y vida

Me gusta saciarme en su saliva,
agua estancada de su cuerpo.

Trae a mi esencia lo vacío del tiempo
ignoto.

Me quita la sed que el desierto del amor
fustiga;

su saliva...  su saliva...

Agua que apaga la sed de mi envidia.

Es un lago donde mi lengua pesca,
y siempre el pescado es un filete
fresco, que alimenta la boca.

Cerca de mí, a mi lado, ella resucita
el muerto que mi vientre alimenta.

Lengua húmeda... es la vida de la vida.

Lo poco que nos queda es bebernos
por la mojada y carnosa lengua.

Coraza de estaño

He gritado, y arañado,
en medio de mi epicentro:
pene, pezón, proscenio
y desencanto.

Daño mi propio dolor
en medio de la noche incierta.

Despiste, despiste,
nada me centra
y todo pasa
sin darme cuenta.

Mantra, Brandy y nombre

Escribí su nombre en una servilleta
del bar, mientras tomaba un brandy.
Lo escribí en repetidas ocasiones,
muchas veces, tantas que resultaba
enfermizo.
Lo leí una vez acabado, soy un enfermo,
estoy mal de la cabeza, el brandy
me atonta, soy un enfermo.
Tantas veces lo leí que sonaba
como un mantra de paz latigueando
mi cutre existencia de carne con ojos.

Salí a la calle mientras el mantra
se repetía en mi cabeza de una manera
física, lo repetía y la imagen de mi mano
escribiendo su nombre era constante.

Saqué la servilleta, la miré, la arrugué
me la metí en la boca, la humedecí
con mi saliva hasta el punto de empaparla,
imaginaba la servilleta como su vagina...

Entré en otro bar, pedí otro brandy.
Mezcle en mi boca, la saliva,
su nombre y la bebida,

Me la tragué; después, me entró
una extraña añoranza, y lloré.

Me descubro en ocasiones,
haciendo estas cosas.

Subí la calle y dejé que mi sombra
proyectara el nombre de ella
entre las baldosas mojadas,
y, casi olvidadas por el eterno
llamamiento a la soledad.

Por fin estaba en mi...
ya era tan yo, como
nunca yo mismo lo he sido.

Análisis de texto

Hablando con una puta,
en la calle Desengaño,
le consulto cuantas veces
en medio de esos cuartuchos
alrededor de esos cuchitriles
ha tenido sueños, mientras
la empotraban y el diente del viejo
salido, le goteaba saliva yodada
como si fuera mercromina
en su espalda...

Ella resuelta me contesta:

Las mismas que tú poeta,
porque las putas somos poetas.

Puta poeta,
poeta puta.

Chista a un viejo y le dice:

Ven nene que te coma el culito.

Me mira, el viejo viene.
La puta ríe, le susurra...
el viejo se va,
ella no es su sirena.

La vida es una de esas miles
de noches con viejos...
una mancha en mis bragas,
es una cucaracha que hace equilibrio
en la lata de cerveza.

Rancia mancha de las bragas.
El poeta es una puta en la calle
desengaño,
La puta es un poema
que se deshace entre mis manos.

Consulta y solución imaginativa.

¿Has andado a hurtadillas por la sangre
de quién deseas como si fuera el pasillo
de esa casa donde vivías de pequeño?

Los dedos se queman pero no encallecen,
es un andar duro, pero gusta saber
que nada hay más que quemarse,
con la sangre que te hierve al mirarte.

Locomotora de carne

Bajo la cuesta por vías
oxidadas, vieja locomotora
de lo disfrutado, todo lo quemo
y echo el humo por mis huesos,
por las juntas de mi cabeza,
por las vidas vividas, que en horas
no quemo y destrozo al parpadear
el momento que vivo.

Soy un tren ajado que al ritmo
de la calle, canta su chirriar
mientras ríe como un elefante
que muere sin regarse.

Es la vida del maquinista desconocido,
nadie lo tiene en cuenta, pero vive
él sólo en medio de la renta de lo olvidado,
sin olvidar que su deber es echar carbón...
a la cabeza del tren que viaja cuesta arriba.

Locomotora de carne,
el corazón es un motor
y las miradas la madera...

Cincel, corazón, segundo, ladrillo nuestro.

Agarrándome con sus manos,
siento que me convierto en reloj,
marco todos sus segundos
como minutos eternos,
que en su mínimo instante,
me hacen fabricar eternidad
a cada paso que doy con ella.

Sus manos, manecillas de reloj,
marcan mi existencia con el cincel
de su mirada, en un corazón
que yo creía ya de piedra.

Pasa el tiempo y me golpea
sale el sol y me resucita,
eterna rama de eucalipto,
viaje a la garganta,
todo es tiempo escaso
todo es minuto y segundo,
¿Para qué más si con menos
vivo?