Reacciones contra Rabias.

Puede ser.
Pero no suele ocurrir.

Hablo del momento
que solventamos
imaginando.

No de la vida
que nos complicamos,
deambulando.

Ahora existen
problemas;
pero no muchos más
que los que encontraremos
cuando intentemos solventar
las cuerdas plagadas de nudos.

Siempre ha sido para mi
una solución
quedarme quieto.

Permanecer tumbado,
observando
como aguantar
contra las cuerdas
es lo mejor, para después
una vez en pie
tras la tormenta...
saber atarme los zapatos.

Horas antes de un interrogatorio, el silencio me delata.

No veo nada
de aquellos colores
de cuando empezaba.

Resbalan los sonidos
por la muerte
hacia una guillotina
de sonrisas.

Llevo en el bolsillo,
todavía,
cuatro canicas.

Juego a tirarlas,
llevo perdiendo
toda la vida.

Desvencijo
el aliento,
y lo convierto
en atraco.

Es hora de tomar
las decisiones
equivocadas.

Titulando mansiones de sudor, cuando nadie se esfuerza por recoger lo plantado.

Me adelanto
en medio de la soledad
que elijo,
me paro, y sudo
cuando ella me toca
como premio
de suerte máxima.

Estar en lo acaecido
es nombrarte
como a un animal
que nadie recuerda,
en medio de la médula
fantasmal que todos
temen al nombrarla,
mas nadie recuerda
en lo sabido.

Conocer significados
no es ser un sabio
de lo vivido.

Desconocimiento del dolor, por sufrimiento abyecto.

Cuadros colgados,
como corderos
muertos en carnicerías.

Apuntes en papel verjurado
que no prometen nada.

Música como lenguaje
esperanzador.

Pasillo de cinco metros
tan largo como una década.

Comida esperando
ser cocinada,
como poemas
que aguantan dentro
a ser dibujados
con mala letra;
la de la repetición
por castigo.

Cuando el juego
es aburrido,
la muerte acaricia
nuestro pelo.

Héroes con el traje roto.

Frágil la aguja
entra súbdita
acarreando tragedias
nihilistas.
Todo el asfalto
del mundo,
son cucarachas
aplastadas.

Es aquí donde declaro unas pocas intenciones.

Me gusta
pedir peras
al olmo,
dormirme
en los laureles,
las prisas
de última hora,
y para saber
no compro viejos,
únicamente vivo.

Bajo el hueco de mis alas, el aroma es intenso.

Llevo un fuego
que me acompaña
desde niño.
En el sexo,
en los huesos,
en la espalda.
Arde mi alma
cuando arranco
flores de mi cama.
Esas que huelo
cuando te vas
cada mañana.
Por eso sigo
preso
en tu pecho,
donde cada hueso
es un beso.

Ebriedad social hacia las necesidades que nos degeneran.

El vacío
ocupa su parte
en nosotros.

Es por esto
la necesidad
de llenarlo.

Buscar faltarle 
el respeto,
a lo que por naturaleza
nos pertenece,
sin nada a cambio.

Embrago en punto muerto. Acelero siempre en garajes del tiempo.

Criminal
en estado gaseoso,
voy respirando
esas respuestas
lanzadas por los demás.

Siempre llegaré tarde,
a la cita del pensamiento,
porque la reflexión
va más lenta
que la bomba de mi pecho.