Supongamos que soy un cadáver,
que mi estomago ha desaparecido
junto con mis pulmones y mi corazón,
junto con mis uñas, mi piel y mis ojos.
Que los gusanos se me han comido:
Piel, entrañas y sexo.
Supongamos que a todos nos pasa,
que algún día moriremos en medio de esto,
sin que esto, deje de ser exactamente,
nada de aquello.
Entonces el cadáver convertido
en fruto, porque para siempre vive,
deseará visitar en la noche a sus seres queridos.
El cadáver, aprendió cuando estaba rodeado
de carne a mover persianas y vasos,
el cadáver pensó con cerebro antes
de sorberlo...
Imaginemos que llegamos con forma
de cadáver putrefacto a visitar
a los nuestros, y hacerle ver nuestro
espectro...
Pero sin querer hacerles daño,
deseamos tocar todo lo que fue su vida,
su esto... su aquello... exactamente eso.
Deseo ser un muerto que en vida,
nace para amar desde lo eterno,
quizá, esté loco, o quizá sea un gusano
la muerte, que me come por dentro.
Pero desde el corazón muerto,
ya sabes cual es el mapa
de este desierto, la sed de agua,
no es de agua, sino plástico
inyectado, relleno de sangre templada,
para visitar a los vivos, como muerto.
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