De cuando en cuando,
y no tomándolo por costumbre,
araño el fondo de mi taza
de café.
Sólo al sol, cuando me siento
en paz con los cactus,
la luna corretea asustadiza
entre mis pies, pidiendo
que le ponga el collar,
y la saque a mear.
Tengo muchas sensaciones
en mi alma,
pero solo algunas,
de cuando en cuando,
arañan el fondo de mi corazón
calentándolo al sol,
para que los cactus arañen,
rascando el premio
del descanso taciturno.
Cuando una luna de cuatro
patas es una niña que mira
esperando el turno de su brisa
se disfraza mi impaciencia
de fantasía.
Haces de la cotidianidad el mejor de los poemas...
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