Puedo y no debo,
saber lo que pasa,
pero el amor a veces
es la pata de un gorrión
que clava las uñas
en la seguridad del alma.
Puedo y no debo,
desconfiar de las aves
que siguen la brisa,
del solsticio,
membrana
del palpito que acelerado,
viste mi corazón de verde,
aunque su empeño sea
gangrenar su rojo pasión.
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