Suite.
Lanzo esto al aire
y dejo que se estrelle.
Se espachurra contra
un charco pleno de gritos
y salpica mil gotas
con mi nombre,
en noches en las que el miedo
no es más que un humo
que trepa por la enredadera
de mi cornisa grotesca.
Antes le di forma en mi cabeza,
cómo la plastilina negra
que nadie compraba,
y qué las madres
escondían.
Yo me tenía escondida
mi niñez,
me trataba cómo una madre
de plástico que sólo
derretía planetas
con las gotas
del charco
que chocaban contra
la ventana de mi inconsciencia.
Pero nació y tuve que amamantarlo
con mi seno de mugre, llenando de heces
su boca, callando así, la tormenta
que traía bajo el brazo,
tormenta disfrazada de pan.
Pan disfrazado de mugre,
Mugre que al caer al suelo
se convertían en gritos
dentro del charco
de mi imaginación,
imaginación:
desbocada,
desmembrada,
destripada,
descuidada,
descifrada,
despechada...
Imaginación como bomba
lapa...
pegada a mis subconsciente
preparada para explotar
en el momento menos
desesperado.
En medio de la tranquilidad.
Para abuso de mi cuerda estancia
en el mundo encolerizado...
Cierto día explotó
con la sabiduría del átomo
y la exasperación del sexo
impracticable.
Me regañó por los siglos de silencio,
me escondí tras la esquina,
de quién me había dado de lado.
Todo fluía sin decisión.
La explosión re-colocó
todos mis órganos
en un aullido sideral
que arañaba mi entraña,
colmada de amargura,
para que pudiera con mi mano
sacarlos de cuajo
y dispararles a la boca
con mi revolver de jarro.
Sacar el estomago me daba ansiedad
jugar con la muerte a la ruleta rusa...
Sacar el corazón, me daba un sentir despreciable
hacia todo lo que amaba...
Sacar el hígado era cómo quedarme huérfano
y convertirme en un incestuoso y arenoso
fondo sin forma.
La explosión me dio todo lo que deseaba.
Explotar es caer en cuentas con error.
Erróneamente continúo
en medio de un quicio
más estrecho que un canto,
pero ya soy trapecista,
me he acostumbrado
a caminar en casi
desequilibrio
y lo peor es que ya no me mareo
sólo mantengo la angustia
para alimentarme en tiempos
de hambruna...
Pero se que esta explosión
fue un error,
y que el error me lleva
al aprendizaje,
Lugar del que no debemos salir nunca.
Yerras,
Vagabundeas,
eres un caballo cojo
saltando setos de abismo y fallos.
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