A penas sin palabras,
me arrugo, como un folio
garabetado, en el sofá.
Ha pasado el mar,
ha pasado el viento,
ya no queda fuego;
y la vida es un juego
por el que sólo
se cuela la angustia
de lo intratable,
un juego al que siempre
toca la china al mismo.
No estoy de acuerdo,
todo es melancolía,
todo es absurdo,
viene a mi la pregunta
más peligrosa del mundo:
¿Para qué?
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