Caminaba con la lentitud
de una gheisa,
llevaba en sus manos
un libro: el de los cinco anillos;
de Miyamoto Bennosuke.
Nos miramos, abrigada
al frío, pálida; mirada
triste de asesina sin escrúpulos,
al continuar, tropezó con alguien,
se le cayó el libro, y al agacharse,
nació un gorrión en forma de sable,
que atravesó mi pecho
abriendo en canal,
un arco iris en mi sangre.
Empapé con ella las aceras grises,
el asfalto muerto.
Su flujo se hizo cielo,
mi pene alzó el vuelo.
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