que la profundidad
del lecho dicta en morse,
ella se retuerce entre mis brazos
como un arcángel preso
y oscuro.
Tira de nuestros minutos
el carro del destino,
hacia donde el tiempo
huye no hay miserias
ni ruinas dudosas.
Así es la extrañeza,
lo incierto,
el remolino del inconsciente
que arrulla presagios
que nunca se cumplen.
Como terremoto,
tiembla el corazón
en mi pecho,
y huracano
palabras fuera
de esta jaula,
como los presagios
en morse,
en el lecho...
sin duda
ni arcángel,
ni fuerza,
ni muerte.