desde ahí, desde el cuartucho,
a través del store, miro a escondidas
como pasea al perro,
mi habitación está en un piso viejo
frente al Retiro, llena de papeles escritos,
y tiene el suelo sucio.
No hay nada en la nevera,
salvo un par de paquetes de cervezas
de las altas, las yonki latas, como las llamo,
salchichas y un bote de picante.
A veces sólo como pan mientras chupo un trozo
de sal.
Es triste, pero los hay peores, tanto,
que no pueden observar como ella,
cual aleta de un tiburón,
corta el aire del parque mientras
silba a su perro,
y yo pienso
y yo escruto
y yo discurro con mi pobre
y solitario cerebro:
El día menos pensado, cuando silbe,
apareceré corriendo, para entregarme
a sus brazos.
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