Lamiendo las hojas
de la urticularia,
dejo que me devore
la lengua,
para convertirme en pared
de su vagina.
Acaricio su matriz,
con mis dedos largos
y huesudos,
como la abeja,
busco la cascada del néctar.
Trasformé en música
las notas de mi flauta,
y empapé con ellas
tu vientre de sake:
nigori de mi vesania.
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