Si la vida fuese un giro de angustia, agarraría un manojo de almas para escupirlas

Templé mares de plata
para aspirar la espuma
vengativa de su ola,
nada me ha hecho tan feliz
como la muerte y la imaginación.

Cambios bienvenidos.

Van cayendo hojas,
la luz entra en el bosque,
tenue, alumbra y muestra sendero.

Aokigahara

Hay un sueño profundo
entre el bosque enmarañado;
prendido de fuego
se muere de frío.

Si caminas por los helechos,
te hundes en su lodo.

Todo el vivir es cuento;
sin pulpa, y su agua
es zumo fresco de hígado,
en la pesadilla de tu boca.

Lunares en la luna, nubes en martes. Lubes de locura.

Tenía una duda;
por qué a los lunares
se les llama, lunares.

Me gusta contar
los de su cuerpo,
con la punta de mi lengua.

Lunar, viene de luna,
parajes lunares, lo hay,
sé que existen.

Anoche concluí de contar
lunares en su cuerpo,
y a medio día,
cuando lo recuerdo,
me anochece el corazón
y mi alma de ectoplasma
deambula por el pasillo,
recordando los orgasmos.

Lunares, en su cuerpo,
lunar de luna en mi lengua,
anochece en sábado
y no sale el sol
hasta el miércoles,
porque el lunes,
lo llevo puesto en su sexo
prendido de mi pene chorreante,
manchando la semana,
llenando de semen su calendario.

Libre por deferencia del uso.

Preferiría ser antes que yo,
en ocasiones, rueda de carro viejo.

Para eso pienso que nacemos,
tan sólo para desear ser objetos.

Página de libro, o corcho de botella,
llave de buzón,
palabra que vuela,
corazón de cachorro que juega con su sombra,
vistas al mar,
reflejo en los ojos ajenos,
humo que se escapa por agujeros,
libertad de objeto
que no reflexiona su acción,
pues por hacerla, encuentra en la ejecución,
la libertad de vivir, y huir despavorido
del hombre que cree, que lo tiene esclavizado.

Objeto patafísico, es el hombre esclavo
por la libertad de lo que nos deja el objeto,
no depender de sus movimientos.

Desear ser objeto, ser usado, para aportar
felicidad al uso, que no al que usa.

Sin objeción ni palabra;
tan sólo escapar al vuelo.

Agazapando intenciones

La noche nace en sus labios.
Hay una luna purpura acechante,
la caza sin sangre, sucederá sin tregua.

Ceremonial de té, a la hora en la que sol nace por el bosque de bambú.

Lamiendo las hojas
de la urticularia,
dejo que me devore
la lengua,
para convertirme en pared
de su vagina.

Acaricio su matriz,
con mis dedos largos
y huesudos,
como la abeja,
busco la cascada del néctar.

Trasformé en música
las notas de mi flauta,
y empapé con ellas
tu vientre de sake:
nigori de mi vesania.


Vientre de vino

El feto, nonato.
Existencia de hiedra,
crece entre arroyos,
bebiendo sangre nuestra.

Una pauta quieta,
en la soledad viscosa,
muerde con rabia
la vida nerviosa.

Ahora descansa y crece,
como la sakura; 
pronto su alma
como el bambú,
será carne cierta.

Mantente fuerte,
no decaigas,
que la vida, 
como el arquero,
te lanzará estrepitoso
por los acantilados cambiantes.

A mi futur@ sobrin@

Negando mi esperma, para que dibujes tu nombre con mi sangre.

Llora en esta habitación,
llora.
Es una manía intensa y tormentosa,
es una verdad creada,
una mentira cincelada.

Atraviesa los días,
como una estación demente
que sienta su cátedra,
en la jaula de un león marchito.

Ahora no puedo mostrar diferencia,
únicamente dolor de cabeza
y un estrago adyacente e inhumano;
soy el viajero de la vida,
mi vagón, es la maleta de la muerte.

No te vayas, aún no he acabado esta queja,
aún no tengo el final que deseas.

No quiero el mío para esto, ni el tuyo,
sólo el que deseas.

La locura es dios colgado de un cable
de alta tensión, esperando a la paloma
con las patas de alambre.

Trae carne, vino, ginebra y ganas...
lo demás lo pondrá mi lengua húmeda
y mi polla enajenada de tu ausencia.

Ahora toca silencio, no gimas, no grites...
dibuja tu nombre en mi espalda,
y utiliza, de pincel, tus uñas.

Es el momento,
ahora es cuando la muerte cuelga las camisas
en la locura de nuestros nombres.

Vendiendo finales alegres, reconociendo principios abismales.

Hay un poco de tristeza
en mi corazón,
sale cuando menos lo espero,
y salpica a todo el mundo,
como cuando pisas un charco,
mientras juegas
a los nueve años,
después de una lluvia
intensa
y
un castigo después de clase.

Parece que no existe
si lo miras con lupa
en tu mano,
pero escuece con la soledad
de los que me rodean,
cuando no me miran
mientras salto en el charco
asqueroso de barro.

Ese charco que pisan
los coches, con su paso
caballerizo de trote inquisidor.

Soy el enano saltarin
y todos sabían como me llamo,
antes de acabar el cuento.

En el rellano del abismo.

Chocando con seda,
la transparencia del olvido
me pellizca el estomago.

Me siento en el bordillo
de la calle.

Mira de lejos mis manos,
sonríe,
columpia su corazón
en mis contraventanas.

En ocasiones no busco el amor,
me convierto en un  indolente,
en un haragán,
no lo busco, no...
remoloneo tocando mi pelo,
tan solo dejo que llegue a mi
como una brisa en la noche de agosto,
mientras bebo cerveza
de una botella marrón,
y toco con mis pies descalzos
el suelo.

A solas, escucho la lluvia de sus pasos.

Como si tocara el piano,
camina por la ciudad
hundida en ella,
inmersa en sus propias notas.

Camina y sonríe,
saca del bolso un cigarro
y se lo enciende.

Le gusta saludar de lejos,
pero no alza la voz,
ni levanta la mano.
sonríe dejando una estela
de despedidas melancólicas.

Es triste y solitaria,
pero no lo muestra,
sabe que su lucha
empieza en ella
y acaba en un horizonte
dibujado.

Mientras; yo me bebo una cerveza
haciendo el vago,
me gusta holgazanear,
mirar a las mujeres e imaginar
sus vidas,
no siempre acierto,
la última vez, me tomó la mano
y aún no la ha soltado.

Me gusta beber cerveza;
si puede ser, en compañía,
y si lo hago solo...
imagino la música melancólica
del caminar de las mujeres;
como si me pusiera unos auriculares,
cierro los ojos e imagino.

Es uno de mis espacios,
es uno de mis momentos,
intimo conmigo a la par que:
el mundo gira y yo intento
olvidar,
los recibos,
las dudas,
el pasado.
Siempre me gustó mirar al frente
con los ojos de mi pecho.

Flores que vuelan, pensando que nunca mueren

Como pájaro flor,
poco a poco,
con el frío de la soledad
que ella le dejó,
se desplumó en su vuelo,
hasta que al no poder mantenerse,
se estrelló, contra el suelo.

Jamás pensó, que el amor,
a veces, en la lotería del horror,
es un sentimiento efímero
de pluma caduca.

Final en partes iguales

Se deslizó
tan suavemente hacia mi,
que cuando me tocó
con su mano en el brazo,
creí que llovía.

Era de noche en un bar,
y su sonrisa, como media luna,
me pario en una gelatina,
para sumergirse en ella,
y ser un todo viscoso
de besos.

Amanecimos bebiendo cerveza
comiendo pasteles, riendo.

Hicimos el amor en el coche,
creando un orgasmo en canon.

No quiero que cambie,
así es hasta ahora.

Como un entero,
somos dos partes,
dos capítulos,
dos historias,
que se cuentan a ellos mismos,
y contando el mismo final
dentro de mil años;
estaremos colgados
de un pecado adolescente.

Polinizando mientras camina.

Ella se esconde
tras un miscanto.
Vive como la lespedeza
que florece
en la noche.

Huele a loto
descansado
en la hoja
de una pasania.

Como la abeja
excitada y jadeante,
posa su vagina
en la floresta
y poliniza
la urbe,
mientras camina
sobre el asfalto
podrido del mundo.

Todo por la vida,
porque ella es vida
y en la palma de su mano
no hay destino,
sino un: todo irá bien.

Columpios en medio de la carretera

Conduzco de noche,
para recordar mis noches
bajo las mantas en invierno.

Leía con una linterna,
y viajaba a otros lugares,
imaginaba que era otro.

Conduzco de noche,
mientras me leo,
mi alma es una vela
soplada de recuerdos.

Viajo a través de las experiencias,
únicamente paro, para airear
mi alma, cuando la abrazo.

Ropa tendida,
ropa que se airea latiendo,
mientras meto quinta y acelero.

Tengo ganas de llegar a mi casa,
dibujar mi corazón en tu espalda
con sangre de esta herida,
que es mi niñez inconformista
replicante, egoísta,
que ama con la pureza del llanto,
ese llanto de la madrugada
a mi madre, que me rescataba
de los monstruos y bichos que me comían.

Conduzco en la noche: mi alma hacia delante
mi corazón hacia atrás,
Destinos y recuerdos, vejez proclamada
en un columpio, en medio de la carretera.

Carreteras paralelas que llevan al mismo destino.

Tengo una cicatriz en mi ceja derecha,
y una arruga en el entrecejo.

Ambas verticales y paralelas.

Una me la hice cuando era niño
por accidente, tropecé contra el mueble
de la cocina mientras corría;
no recuerdo dolor, no recuerdo sangre,
demasiado niño, poca consciencia.

La otra, ha salido sola,
por edad y gesto de indignación,
no recuerdo sangre, pero si preocupación
por el dolor.

En ocasiones todo duele, hasta mirar la hora.

Ambas comparten espacio, pero no se tocan,
jamás han tenido, ni tendrán relación,
mas ocupan un lugar en la vida.

Ahora es momento de guardar lo hallado,
por si un caso, llega el día de envejecer
la sangre con inexperiencia.

Despistado en mi

Tengo tantos pájaros
en la cabeza,
como en mis sueños.

Revolotean,
suben y bajan.

Pican de mis sesos,
me atormentan.

Tengo tantos pájaros
en la cabeza,
como en el despertar
de mis mañanas.

Se beben mi café,
me persiguen,
se posan en mis hombros,
me graznan intoxicando
la perspectiva del día.

Dejan el pasillo lleno
de plumas negras,
emiten su chillido,
roncan, y aguantan
hasta que duermo,
pero no cierro los ojos
pues sé, que esperan
a desgajar mis esperanzas
cuando el cansancio,
me haga el muerto.

Cartomancia sin alma

El camino hasta el estanque
es oscuro; la hierba es húmeda.
cuando moje mis pies, ya conoceré
el sabor de las cenizas de la muerte.

Miro, observo y callo.

Es de urgencia,
por la arena de las venas,
que me explote la boca
y acalle la rabia.

Parece que pierdo,
porque los demás se molestan,
si no gusta mi vida,
no la cambies,
cambia la tuya,
hay muchas direcciones
en el mismo camino,
si te lo propones,
nunca tendrás un accidente.

Ahora es medianoche,
tengo séis cervezas por beber,
un libro por acabar,
y mucho olvido para ti,
si lo deseas puedes cogerlo,
lo he dejado en la puerta de casa
para que no te molestes en verme
esta cara que lleva el tiempo,
cincelado en sus gestos.