Bajo la cuesta por vías
oxidadas, vieja locomotora
de lo disfrutado, todo lo quemo
y echo el humo por mis huesos,
por las juntas de mi cabeza,
por las vidas vividas, que en horas
no quemo y destrozo al parpadear
el momento que vivo.
Soy un tren ajado que al ritmo
de la calle, canta su chirriar
mientras ríe como un elefante
que muere sin regarse.
Es la vida del maquinista desconocido,
nadie lo tiene en cuenta, pero vive
él sólo en medio de la renta de lo olvidado,
sin olvidar que su deber es echar carbón...
a la cabeza del tren que viaja cuesta arriba.
Locomotora de carne,
el corazón es un motor
y las miradas la madera...
No pares, no pares, no pares...
ResponderEliminarIntentaré no hacerlo.
ResponderEliminar