Me acostumbré demasiado
a tenerte cerca,
te leía a Po, y a Bokowski
mientras cocinaba,
o te tarareaba a Baker,
o a Morente.
Roías las rejas de tu jaula,
y nadie te llevó una lima escondida,
en una barra de pan.
Bebías pequeños tragos
de agua, comías frutos secos
y hojas de lechuga.
Ocupabas un pequeño
lugar en la cocina,
pero estabas muy presente
en nosotras.
Eras el pequeño Miky,
ahora Charlotte tiene razón
y ganan las chicas por goleada,
te fuiste,
apareciste una mañana quieto,
muy quieto, en un pequeño lecho
que tú mismo fabricaste,
imagino; porque adivinaste
que la muerte venía, al sentirte
en la cara un tumor de abandono.
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