Con la yema de mis dedos,
rozo en ocasiones su pelo
mientras dormita y sueña.
Sacude sus manos y ronronea
como el gato en un barco.
La miro, y me masturbo.
La admiro y contemplo,
la miro y me pregunto
cual será su sueño.
Son las dos y cuarto de la madrugada
estoy salido de órbita,
todo el mundo duerme
más allá de orión,
mientras eyaculo estrellas
iluminando el techo del cuarto,
convirtiendo las yemas de mis dedos,
en un un látigo de fuego.
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