Es como yo,
se mueve como yo,
a todas partes
en el día
por la noche,
acierto a mirar
y está pegada.
Como una hermana
o una amiga intima.
Muevo la pierna
y la mueve,
subo un brazo
y lo sube,
camino hacia delante
y me sigue,
camino hacia atrás
y la persigo.
Me agacho,
se agacha.
Pero no siento que sufra
como sufro
con el dolor que paso.
Ni siento que respire,
ni mucho menos que hable.
Cuando me da la luz
de cara, ella ataca por la espalda.
Es como un demonio,
la acompaño en el sentimiento
por ser mía,
pero no llora por ese dolor,
porque no noto
que el corazón le palpite
como a mi, cuando camino
por la ciudad abatido
y melancólico.
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