Como una peonza
pintada con espirales
de sangre,
con canicas de carne
o de ojos arrancados
de cuajo,
el corazón como un yo-yo
cordelado con tripas
y nervios,
el eterno juego:
beso, atrevimiento
o verdad.
Así se mueve la muerte,
pasatiempos de niño,
por los pasillos de urgencias;
agazapada, cerrando
el sudoku de la vida,
esperando a que el numero
sea el erróneo,
sabiendo que en el crucigrama
figura su nombre,
en las casillas negras.
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