Llegué manchado de sangre,
una cuerda de carne me mantenía
como a un buzo muerto por asfixia.
Desde que entré no estoy vivo,
la extraña muerte no es la vida ardiente.
Fui a la cocina
abriendo los cajones
eternos de armarios finitos,
no había más que palabras conocidas
en círculos concéntricos de olvido.
Lo extraño no ha sido llegar, sino mantenerse.
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