Todavía existo en las noches que queman mi esófago.

 Una por los de antes.

Por las noches en las que la desesperación

me estrellaba la cabeza contra la pared,

estampando mi sangre contra un mundo

que no era mío, pero me tenía atrapado.

Tú has pasado y pasas como yo,

momentos de angustia en la que tus jugos

juegan al ascensor ciego en tu estomago.

Se te revuelven las tripas mientras las sabanas

hacen de ti un dürüm desesperado que se enfría,

tirado en un parque donde no has jugado nunca.

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