Yo quiero volver a la rabia de los días y al cariño de las noches.

Me cruzo de brazos
miro por la ventana.

Los gatos callejeros
ya no salen temprano.

La gente corre ciega
por los bordillos.

La gente es esquina
mal doblada.

Calles secas, western de almas.

Hay un montón de ropa arrugada
encima de mi silla.

Estaría toda la vida contemplando
lo que ocurre.

Sería un inactivo.
Un vago de barba hirsuta
y mirada viajera.

Lo que pasa 
es que hay obligaciones
por cumplir.

La nevera necesita cerveza
y las calles perros solitarios.

Todavía existo en las noches que queman mi esófago.

 Una por los de antes.

Por las noches en las que la desesperación

me estrellaba la cabeza contra la pared,

estampando mi sangre contra un mundo

que no era mío, pero me tenía atrapado.

Tú has pasado y pasas como yo,

momentos de angustia en la que tus jugos

juegan al ascensor ciego en tu estomago.

Se te revuelven las tripas mientras las sabanas

hacen de ti un dürüm desesperado que se enfría,

tirado en un parque donde no has jugado nunca.

Han pasado más de treinta años desde que imagino pequeñas historias en mi cabeza.

 Nunca creí en la belleza

hasta que ella se sentó

en la parada de autobús,

abrió un libro de Peter Esterhazy

(Una mujer),

dio un trago a un café para llevar,

y me llevó arrastrado hasta

la arruga más pequeña de las sábanas

de su cama.

No fui capaz de imaginar más.

Solo eso.

Hablando al borde de una ventana mientras pienso que el heno se está pudriendo.

 Los muertos hablan a voces en la noche.

Mientras, en los bares, bebemos cerveza

con los ojos cerrados y rezando al silencio

de nuestras almas muertas, que queriendo

no escuchan las canciones.


Mientras lees esto, el heno se pudre

en el campo y alguien habla al borde

de una ventana.


Ayer conocí una tipa que hablaba raro.

Un hombre bizco que escondía algo en su mirada

y un enano que bailaba al ritmo de un cojo.

Cuando nacieron los felices perfectos, 

Dios tenía su mejor día

cuando nacimos el resto,

nadie pilotaba el mundo,

es por esto que el universo

tiró la llave y nos quedamos encerrados.

En lo más oscuro de un rincón oscuro.

 Era colombiana y tenía 19 años.

2008 fue un gran año.

Iba a verla a menudo al bar en el que trabajaba.

Su erotismo reventaba a cualquiera que se le acercara.

A mí, por contra, me enternecía tanto que llegué

a decirle que era como la hija que nunca tuve

Era desvergonzada y todos los babosos querían acabar 

con ella en la cama, o en cualquier rincón para meterle

mano y sacarle las cervezas.

Yo solo veía soledad y melancolía en ella.

Una vez le mandé que escribiera cien veces 

"No volveré a estar borracha trabajando"

A los dos días me lo entregó.

Tiempo después se lio con un tipo

que manejaba mucho dinero, 

y desapareció para siempre 

como el agua cuando quitas el tapón de la bañera.