Silenciando a la tierra.

Pasa el segundero enlutado,
zumba en mi cabeza
como el rumor de las hojas.

Es como el barrendero
de la calle nocturna,
lleva una colilla entre sus labios,
la luna no le hace sombra.

Viste a la dama muerta,
que ya no se desespera.

Ha iniciado su recorrido
por las noches y nunca lleva
la misma ruta.

El camino siempre es distinto.
El camino siempre es distinto.

La noche es un gorrión
que no duerme,
tirando horas a las hojas;
tirando todo lo que barre,
basura
que la escoba arrastra,
recogido de baba
en plato de porcelana vieja.

La oscuridad abandona:
al barrendero, a la colilla
y a la dama de la angustia.

Entre sus labios ya no duerme el humo,
su estomago es su alma llena de bilis.

Se vaciarán las calles de horas,
de hojas,
de plásticos,
de voces,
de peces,
de perros,
de ropa,
se vaciarán las calles,
hasta de calle,
para que la gente
sea el silencio
de lo que el barrendero
no barre y el tiempo no suma,
así el gorrión volará sangrando,
entre zumbidos y espanto.

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