Tal vez Shiki,
haya sido el único
heredero del saber,
en la absoluta fortaleza
del dolor.
En su mínima expresión,
concisa todo un universo.
Viajo desde el paraguas hasta el gorrión,
desde la chica de la ventana
hasta el horizonte dibujado.
Como él, todos esperamos
el zumo de calabaza;
los kilómetros de flema.
Al tiempo,
nos saludamos,
e interrumpimos,
lo que imaginamos
podernos interrumpir,
sin preguntar.
Esta noche cogeré el coche,
conduciré hasta cansarme,
hasta el mismísimo corazón
del Haiku:
accidente irremediable,
cada noche, en cualquier esquina,
de mi corazón con tu vino.
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