Entonces tienes que coger una fresa,
de culo ancho y boca estrecha.
Bajar despacio por la tripa,
hasta llegar arriba de la vulva.
Rozar con suavidad el capuchón,
con la punta, mientras metes los dedos
dentro.
La fresa, con textura de semilla,
encontrará el primer gemido:
ese es el sendero de la saliva.
Chupa la fresa, métela en la boca;
empújala hacia la vagina con la lengua.
Despacio, que roce, mientras el resto
lo hacen los dedos.
Muévela entre tus dientes,
hasta que se corra.
Después cabalga,
asalta, posee, penetra,
fóllatela, mirándola a los ojos
con la fresa en la boca.
Que vea tu cara de enfermo.
Córrete cuando ella se corra,
muerde la fresa,
bésala, con ella.
La fresa será destrozada
de placer,
entre las bocas deformes
del orgasmo mutuo.
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