Existe y lo sé,
un atardecer tranquilo,
una mar serena,
un río limpio.
Sin sangre bajando
por las calles.
Charcos de agua,
donde chapotear
después del colegio,
y antes de merendar.
Cuento los días,
para encoger todo
a nivel de inocencia,
sin romper el jarrón
del pasillo con la pelota,
ni hacer trampas a las chapas.
Queda poco, cada vez menos,
ya veréis, ya.
Ya veremos todos,
como soplaremos molinos
de papel negro,
con nuestro aliento
de vino viejo.
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