No es el final. Es lo idiota que soy

 No había pan, ni tomate.

La pequeña diabla, 

una cachorra rescatada,

había roto mil cosas. 

Yo estaba a punto de explotar

porque había destrozado mi Tablet.

Ella retozaba feliz sin saber el daño

que había hecho...

Reflexioné antes de reñirle...

Tengo familia, tengo libros,

tengo amor, tengo risas...

Entonces olvidé el destrozo,

reí con ella...

No tenía pan, ni tomate...

improvisé cualquier cosa

para seguir con la vida de un estúpido

que se enfada por no tener lo que los demás

desean y no pueden... 

Tiré la Tablet a la basura... y con ella

lo que sobra.

La guerra de los años, los olvidos y las sangres desparramadas

 Tengo un bicho dentro de mí.

Me come, me corroe, me saja,

me abre las carnes, me las muerde.

Llámalo odio, llámalo rabia, llámalo ira

Yo lo llamo pena, tristeza, melancolía.

Hace conmigo lo que quiere, me utiliza...

me manipula. 

Yo no lucho, ni peleo a la contra. 

Me insulta, me agravia, me arrastra.

Tengo un bicho dentro que me ha declarado

la guerra. Me dispara, me acuchilla, me pega.

Y yo, tan solo, como el cobarde que soy

solo quiero hacer con él algo de belleza,

y ni eso me deja porque no depende de mi visión

sino de quien lo mira... y mientras,

el bicho, sigue en esa guerra contra mis tripas.

Me insulta.

Me Pega. 

Me saja.

Y solo quiero crear, con eso, algo de belleza.

Libros podridos, olvidados.

 Cierro el login y me niego el acceso.

Todo está en silencio y nadie mira dentro 

de tu pecho.

Cuando cambiar de tema es huir de un espejo reflexivo

y adentrarte en la selva del ego. Del yo. De lo podrido.

Ahora las letras están solas. Vomitan ruidos. 

Van al bar de la esquina a juntarse con otras

pero no encuentran sentido. 

Dime cuando volveremos al mañana.

 De cuando en cuando juego con el tiempo.

Parece que fue mañana cuando me besabas sin tocar.

Rompo el pecho como un vaso de plástico.

Nunca se sabe el alcance de lo que está por venir,

porvenir, pasado y futuro, todo en una carpeta

que escondemos llena de pegatinas y cartón roído.

Nuestras almas descalzas caminan a solas sobre fuego...

12 años, 7 meses y 28 días: Jackie para siempre.

 Aún recuerdo jugar contigo

en aquellas mañanas a solas 

mientras el sol acariciaba el suelo

en ese invierno en el cual llegaste.

Siempre fuimos un equipo, 

incluso antes de tu llegada

ya participábamos 

en juegos en las noches 

en las que escribía poemas raros.

La vida ha sido justa contigo.

Has viajado, te has bañado en mares grandes,

en aguas pequeñas, en ríos escandalosos

y comido todo lo que pudiste.

La vida te trató bien.

Lo que fue injusto fue la llegada

de tu muerte. 

Esa mierda de muerte advenediza.

Recordaré para siempre nuestro último

paseo, nuestra última mirada...

Recordaré siempre la última vez que montaste en coche

justo antes de tu muerte.

Fuiste generosa al extremo...

tan generosa que una vez te habías ido

no pude evitar volver corriendo a besarte en tu cabecita

pequeña y negra... en aquel hocico tan canoso 

como mi barba...

Y al despegar mi cara tras el beso..

toda tu espalda me contestó

erizando el pelo de tu lomo... 

Sé que nos dabas las gracias...

Eres generosa hasta después de muerta.

Lo sé, pierdes a quien quieres y es una mierda.

Pierdes la ilusión y es una mierda,

Te decepcionan y es una mierda...

porque la vida es una mierda

pero basta tener un pequeño

momento como los que nos diste...

y entonces solo entonces

arden todas oscuras muertes

con el fuego avivado de la esperanza.

Siempre nos quedará la luz.

 Miro al frente y pienso

que todo está pro crear.

Las decisiones buenas,

los buenos augurios,

las esperanzas,

los apegos sin ansiedad...

hasta los hombre buenos.

Si miro a cualquier lado 

siento vergüenza de mi  mismo

creo que quizá las horas malas

no están por llegar, 

sino que están aquí,

sentadas en el mismo

sofá en el que mi ansiedad

y mi nostalgia

cuecen a fuego lento mis 

angustias. 

Esas angustias que en forma de voces

no cesan de hablarme

para que todo lo malo

del mundo pueda

calmarlo con un poco de saliva

tragada, y una sonrisa dibujada

en la piedra del camino.

Últimamente la raza humana

sujeta mucho el corazón en volandas

en puesto de llevarlo dentro y compartirlo.


A cualquier lado que miro, no veo nada bueno

por eso como en la canción,

llevo siempre una tiza para dibujar un corazón

con una sonrisa a esa extraña sensación 

que llamamos esperanza.

Por si el café se enfría y las sillas se rompen.

 Voy cayendo 

rodando silencio abajo.

Amo la soledad del ostracismo,

esa que me engrandece

por mantenerme apartado 

de los gilipollas de la calle,

que te miran por encima 

de un hombro al que ni ellos mismos

llegan.

Me amo en esta soledad, de las personas

que me aman sin miramientos.

A solas contra el poder absoluto.

 Mi sexo,

como el faro de La Jument

aguanta estoico sus olas saladas.


Embiste su escualeno

contra mis horas más solitarias

y encuentro todos los besos

que he ido perdiendo en mi vida,

entre sus muslos de tersa piedra

griega.

Por decir algo.

 Podría ser, 

que todo lo conjeturado

por todo el mundo,

flote en esa extraña cinta

que rodea el mundo

y que todas las personas

cojan la misma conjetura

y la exploten conjuntamente

unificando no lo que se conjetura

sino lo que se imagina como

el gran deseo. 

Todas las personas

deseamos lo mismo

aunque lo queremos de manera distinta.

No acabar en la soledad más dura;

no ser alguien despreciado,

no ser alguien sucio,

no ser alguien...

El efecto gente es dañino

aunque si lo trasformas en un fondo

sin forma definida, adaptable,

formas parte de la trasparencia

que se adhiere a la piel de ese horizonte

llamado universo.

Barcos a la deriva en medio de una tragedia escrita en cartón

 Recogía del suelo

todos los cartones.

Los ponía, cuidadosamente,

sobre su vieja bicicleta

cargada de rayones.

Usaba los cartones y vestía con abrigo

viejo, roído y gris.

Llegaba todas las tardes al Aranzábal

a pedir un café con leche y alguna pieza

del bollería que sobraba de la mañana.

No le importaban los desprecios del barrio de Salamanca.

En sus cartones no escribía para pedir limosna,

escribía pequeñas historias que luego

colgaba por los lugares que pasaba.

Eran un mendigo generoso. 

Regalaba poemas y contaba 

como el mundo le trataba.

Decía que los insultos

eran como si quisieran regalarte

mierda, solo tenías que rechazarlos.

En las horas muertas del restaurante,

tenía largas charlas con él. 

Pedro, sonreía y siempre decía:

Ay, dios. Qué vida esta.

Una vez le dije que se parecía

a Chanquete...

Se echó a reír y a llorar al mismo tiempo.

Con el tiempo desapareció 

y nunca más lo volví a ver...

Alguien me contó que perdió a cabeza

porque en un accidente de coche

murió su familia. 

Él conducía.

Venían de Nerja, porque sus hijos querían

ver el barco de Verano Azul.

En una mudanza desde Santa Ana a Malasaña

encontré un trozo pequeño de cartón que decía:

La soledad me ha enseñado a recoger la belleza

en medio del infierno.

Firmado por Pedro.

Siempre lo recuerdo,

quizá porque haya algo de él

en mí que aún llamea... 

Tal vez esa soledad que ahora compartimos,

y subimos a las redes sociales,

que como barcos a la deriva

buscan la recompensa ajena.

Volvamos a correr por los jardines, mascando chicle, y riendo en lomografía perpetua

 He matado al otro yo.

He rasurado su ego cargado de ira.

Ahora solo estamos tú y yo.

No me falles.

No quiero caer.

... y si caigo

que sea sobre el heno fresco

de la primavera,

esa primavera 

en la que llegar

es el verbo de la belleza.

Esa primavera en la que volver

es encontrarte las puertas abiertas,

las ventanas de par en par,

la vereda cargada de flores

que aun esperando la muerte

del otoño,

brillan sonriendo a la noche

porque el rocío las empapa.

He matado mi otro yo,

el que no supo escucharte llorar

mientras el terror se apoderaba del mundo

y lo echaba todo por la borda.

Te lo digo muy en serio:

quiero llover y ya.

Por estas fechas, por estos lugares, en distintos rincones.

 Y por todas las horas muertas

he caminado muy despacio

soy alguien a quien no le gusta

llenar de manera compulsiva el tiempo.


La espalda sudada,

la vida absorta,

la libertad de ser triste.

La obligación de ser feliz

por imposición.

De todas formas

metamorfoseo 

con el hipérbaton

aquellas tardes

de besos y cerveza

bajo la atenta mirada

de Lord Byron.

Aquellos años en los que todavía, la complicidad, me hacen soñar,

 Y vuelvo,

y vuelvo al plan

de no tener nada.

Hace años que no llamo  a mi puerta

y todo lo que he exprimido en estos años....

se ha ido,

se ha ido

se ha ido...

ahora ya nadie toca mi puerta

porque doy miedo....

y como el lobo...

lo que me ocurre es que 

desaforo

y añoro,

y discrepo,

y sigo soñando 

con aquel viernes

de musical 

antes de abrir esta caja

de truenos que compraba a peseta;

antes de que el este

contara la historia de un fracaso

cuando maullaba como un gato...

En algún lugar....

a cualquier tiempo...

y algún día...

A lo mejor....

encuentre la razón de un amanecer

que la vida me regaló como engaño.

Amada música que viajaste conmigo...

te pido perdón por no haberte protegido...

mientras tanto...

sigo recordando aquellas jornadas 

de amor sin condición...

sin dueño...

ni ama de llaves de este amor que aún llevo,

colgado del recuerdo.


Escupiré heroína sobre tus ojos

 Me dijeron que sí.

Al tiempo enviaron el borrador.

Es mi tercer poemario,

hablo de mí. 

De mi infancia, 

de mis terrores

de la sociedad,

de la imposibilidad 

de cuajar en el mundo.

De como me engañan,

de como me entrego

a la destrucción..,

Hablo de esa soledad

que se te sube al hombro

y para callarla tienes

que buscar la fuente en el desierto.

Hablo de todo lo que tienes que superar

todos los días, 

y cuando lo ves hecho

aparecen con la soga del cuello,

para que te aprietes las venas del brazo,

compres tus poemas, esos que ya tienes,

y te los inyectes cayendo al suelo,

con toda la mierda de antes

sobre tus hombros, trepando como un ángel caído,

mientras ríen los camellos del éxito.

Escupiré heroína sobre tus ojos

y entonces tu mundo será tan mierda

como el mío.

Riendo a voces en medio de las plazas

 No soy tan fuerte

solo que aparento lo que nunca fui.

Me escondo para llorar

y aunque esté en la mierda,

delante de un montón de gente

hago el mejor de los chistes.

A veces pienso que ser un bufón

no es una cualidad,

sino una necesidad de mi alma,

para caer rendido ante el humor negro

de mis entrañas.