Siempre nos quedará la luz.

 Miro al frente y pienso

que todo está pro crear.

Las decisiones buenas,

los buenos augurios,

las esperanzas,

los apegos sin ansiedad...

hasta los hombre buenos.

Si miro a cualquier lado 

siento vergüenza de mi  mismo

creo que quizá las horas malas

no están por llegar, 

sino que están aquí,

sentadas en el mismo

sofá en el que mi ansiedad

y mi nostalgia

cuecen a fuego lento mis 

angustias. 

Esas angustias que en forma de voces

no cesan de hablarme

para que todo lo malo

del mundo pueda

calmarlo con un poco de saliva

tragada, y una sonrisa dibujada

en la piedra del camino.

Últimamente la raza humana

sujeta mucho el corazón en volandas

en puesto de llevarlo dentro y compartirlo.


A cualquier lado que miro, no veo nada bueno

por eso como en la canción,

llevo siempre una tiza para dibujar un corazón

con una sonrisa a esa extraña sensación 

que llamamos esperanza.

Por si el café se enfría y las sillas se rompen.

 Voy cayendo 

rodando silencio abajo.

Amo la soledad del ostracismo,

esa que me engrandece

por mantenerme apartado 

de los gilipollas de la calle,

que te miran por encima 

de un hombro al que ni ellos mismos

llegan.

Me amo en esta soledad, de las personas

que me aman sin miramientos.