Dime cuando volveremos al mañana.

 De cuando en cuando juego con el tiempo.

Parece que fue mañana cuando me besabas sin tocar.

Rompo el pecho como un vaso de plástico.

Nunca se sabe el alcance de lo que está por venir,

porvenir, pasado y futuro, todo en una carpeta

que escondemos llena de pegatinas y cartón roído.

Nuestras almas descalzas caminan a solas sobre fuego...

12 años, 7 meses y 28 días: Jackie para siempre.

 Aún recuerdo jugar contigo

en aquellas mañanas a solas 

mientras el sol acariciaba el suelo

en ese invierno en el cual llegaste.

Siempre fuimos un equipo, 

incluso antes de tu llegada

ya participábamos 

en juegos en las noches 

en las que escribía poemas raros.

La vida ha sido justa contigo.

Has viajado, te has bañado en mares grandes,

en aguas pequeñas, en ríos escandalosos

y comido todo lo que pudiste.

La vida te trató bien.

Lo que fue injusto fue la llegada

de tu muerte. 

Esa mierda de muerte advenediza.

Recordaré para siempre nuestro último

paseo, nuestra última mirada...

Recordaré siempre la última vez que montaste en coche

justo antes de tu muerte.

Fuiste generosa al extremo...

tan generosa que una vez te habías ido

no pude evitar volver corriendo a besarte en tu cabecita

pequeña y negra... en aquel hocico tan canoso 

como mi barba...

Y al despegar mi cara tras el beso..

toda tu espalda me contestó

erizando el pelo de tu lomo... 

Sé que nos dabas las gracias...

Eres generosa hasta después de muerta.

Lo sé, pierdes a quien quieres y es una mierda.

Pierdes la ilusión y es una mierda,

Te decepcionan y es una mierda...

porque la vida es una mierda

pero basta tener un pequeño

momento como los que nos diste...

y entonces solo entonces

arden todas oscuras muertes

con el fuego avivado de la esperanza.

Siempre nos quedará la luz.

 Miro al frente y pienso

que todo está pro crear.

Las decisiones buenas,

los buenos augurios,

las esperanzas,

los apegos sin ansiedad...

hasta los hombre buenos.

Si miro a cualquier lado 

siento vergüenza de mi  mismo

creo que quizá las horas malas

no están por llegar, 

sino que están aquí,

sentadas en el mismo

sofá en el que mi ansiedad

y mi nostalgia

cuecen a fuego lento mis 

angustias. 

Esas angustias que en forma de voces

no cesan de hablarme

para que todo lo malo

del mundo pueda

calmarlo con un poco de saliva

tragada, y una sonrisa dibujada

en la piedra del camino.

Últimamente la raza humana

sujeta mucho el corazón en volandas

en puesto de llevarlo dentro y compartirlo.


A cualquier lado que miro, no veo nada bueno

por eso como en la canción,

llevo siempre una tiza para dibujar un corazón

con una sonrisa a esa extraña sensación 

que llamamos esperanza.

Por si el café se enfría y las sillas se rompen.

 Voy cayendo 

rodando silencio abajo.

Amo la soledad del ostracismo,

esa que me engrandece

por mantenerme apartado 

de los gilipollas de la calle,

que te miran por encima 

de un hombro al que ni ellos mismos

llegan.

Me amo en esta soledad, de las personas

que me aman sin miramientos.