Ahora caigo en la cuenta,
mis credenciales
son los peces muertos.
Entiendo la pérdida
absoluta de los recuerdos,
como una venganza de la vida
al entrañar tanto olvido.
Imaginas que es fácil
todo esto,
pero en cierto modo,
advenedizo tus brazos
como la recepción
indisoluble de todas
las dudas que en el mar
residen.
Mi balcón está siempre abierto,
y las ventanas,
las persianas están subidas
para que entre la luz
y la lentitud de la noche,
no existe una sin la otra.
Todo esto es porque en mi casa
siempre he hallado una minúscula esperanza.
Mis credenciales son peces muertos.
Ropa sucia a diario,
pelos en el lavabo,
zapatos con la suela gastada.
Siempre que sudo
me acuerdo de los niños robados
que lloran sin su madre.
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