Parnasos a un apolíneo desbocado.

Entra,
abre la puerta
estás a solas
ante el hastío.

Todo es de color
naranja,
cuando tus ojos
se cierran.

Arrancate un dedo
y tíralo a un precipicio
sin nombre.

Confundo
la linea de tus caderas
con el uniforme
que visten las praderas.

He alineado los ejércitos,
esta noche
voy a acabar con  todas las guerras.

Voy a hacerlo todo
sin tocar,
voy a hacerlo todo
interpretando.

Vuelta a un precipicio eviterno.

Tengo un cielo en los pies
un infierno en mi cabeza.

Vuelvo a observar las copas
de los árboles rascar
con insidia un viento
de azufre y uva.

El miedo anida
en mis manos,
y vuela libre como el  mirlo,
al componerlo en letra
en una partitura de arrojo.

Diario no escrito, peripecia continuada.

Mis ganas
son las de tener
de nuevo
nueve años.

Sentir la muerte
como suicidio
de la vejez;
que la sangre
sea la transfusión
de mi propia
reencarnación.

Revivir es hacer
plastilina,
de las patas de gallo.

Vivir es una emoción
constante.

Llaves de cobre para una ceremonia negra.

Tengo un parásito
entre mis uñas.

Viaja hasta mi cuello,
traga licores de sueño.

Me pica,
y rasco escribiendo esto.

Ando envenenado
con mi sangre,
mi parásito
ha formado glóbulos.

Tengo un parásito blanco,
me ama...
lo mato con tus sesos.

Saliendo de un bar, y buscando otro a unas horas demasiado pulcras.

Obtengo un giro
maldito en su medida.

Clavar a base de sufrimiento
la imaginación desarrollada,
es como pinchar una aceituna
con la fe de que es oliva.

Voy a cambiar lo que no es mío
y poseo
por décadas de labor trágica;
así tendré más poco de lo que quiero,
y mucho más de lo que no deseo.

Es cuestión de agarrar
lo que no es nuestro,
creernos los amos de aquello
que está por encima de nuestros deseos.

Caminar hacia delante:
pisar cristales
con decisión definitiva.


Cartas confusas que anidan en voces llenas de bosques.

Ahora caigo en la cuenta,
mis credenciales
son los peces muertos.

Entiendo la pérdida
absoluta de los recuerdos,
como una venganza de la vida
al entrañar tanto olvido.

Imaginas que es fácil
todo esto,
pero en cierto modo,
advenedizo tus brazos
como la recepción
indisoluble de todas
las dudas que en el mar
residen.

Mi balcón está siempre abierto,
y las ventanas,
las persianas están subidas
para que entre la luz
y la lentitud de la noche,
no existe una sin la otra.

Todo esto es porque en mi casa
siempre he hallado una minúscula esperanza.

Mis credenciales son peces muertos.
Ropa sucia a diario,
pelos en el lavabo,
zapatos con la suela gastada.

Siempre que sudo
me acuerdo de los niños robados
que lloran sin su madre.

Mano acariciando tu pelo.

A mi me despeina
el viento que nos da,
cuando recogemos
la soledad
que sembramos,
al besarnos.

Tú y yo,
pronombres
fabricados
con voz de aliento.

Eterno juego
de lenguas,
con idioma
trastornado.

Cabeza de agua en medio de un jardín de jacintos fotografiados.

Tiene la hierba olor trágico
de sentencia.

Por el campo abajo
el valle parece un accidente
de muerte y sangre.

Desmedido silencio,
inenarrable amor a lo parco,
todas las manzanas están mordidas,
ninguna ha gritado cuando le arrancan
la escarcha.

Visito vuestras casas,
orino en vuestros salones
mientras leéis
este espejo de piano suicida.

Voy a pedir limosna.
No quiero monedas de oro,
tan sólo vuestros llantos de esparto.

Mañana habré roto vuestras caderas
de imaginación sin plegaria.

Profundo medley.

Muy despacio.
Así, como si hicieras algo
que fuera a durar mucho tiempo.

Tómate tu vida como un espasmo,
disfrútala como si cenaras
al borde del universo.

Así muy despacio,
escucha la ciudad...
está llena de trombones
melancólicos,
de trompetas lloronas.

Puebla el gris asfalto,
todo lo que imagino.

Soy animal urbano,
el acoso de un sistema,
falleció en la memoria
de los betamax.

Peco, pecado...
adoro las pecas de su espalda,
las cuento, las beso.
¿Pecamos?

Muy despacio.
Así haremos que todo esto
dure mucho tiempo,
mas sea intenso como ese espasmo
que recorre nuestra historia,
en la intensidad del orgasmo.

Preguntas sobre dudas indispensables.

A menudo soplo
con fuerza
para expulsar
fuera mi profundo
y enajenado
misterio desfogado.

Camino chiflado,
bebo sólo,
mutilo mi recuerdo
en función de lo vivido.

Compongo luces
sobre sinfonías ebrias,
como en el circo absurdo,
río a carcajadas de mi tragedia,
sorbo con furia
una cerveza.

Plata sobre un pecho débil, la diana no entiende de dardos.

Mido el tiempo desde que inicié
el bajo infierno que me he fabricado,
obtengo una masa de pan
rellena de fuego.

Luz de luna, flexo de todo esto.

¡Oh! miseria pasada,
fruta melancólica del presente;
te muerdo en ocasiones por las noches,
a solas, y adoro ese amargor
de sangre podrida por la exposición
de la despedida con un adiós fabricado
en frío.

Tengo pendiente para las orejas
de todos vuestros sueños,
malditos mortales que tenéis
el poder de callar la furia,
una bala,
para romper vuestro espejismo.

Mañana vendré con un canasto
de tallos,
las flores las habré devorado
para hablarle a los míos
que no sois vosotros.

El fuego es la riqueza del que no tiene nada.