En favor de la locura y para no caer en rutinas de asedio apático.
Aún mantengo, algo de fuego en mis tripas, esas que guardo a hurtadillas, en el cajón de tu mesilla.
Esta mañana fui a regar las plantas con mi tos, nada es lo que era.
Me descalcé y hundí los dedos en lejía, mis pasos son negros: todavía.
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