Oigo el parloteo
del cielo,
todos los días
son un implacable
destino incierto.
Venimos de un estado
mortecino,
y viajamos a una muerte
segura, con la inseguridad
del minuto ordinario.
La vida es ese cartel de descanso
en la puerta de la tienda,
parentesis de consciencia
en medio de ambas muertes.
Vivir es comerte un bocadillo
en el recreo,
con aquellos
que son de tu pandilla,
mientras ríes y amas.
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