Imagino humos,
columnas de colores,
que trepan por mi cabeza,
es una sensación plácida,
en medio del mundo que gira.
Son las tres y media de la madrugada,
voy borracho,
y no ceso en mi guerra;
pierdo todas las batallas,
pero sé que al final de todo,
la guerra será nuestra,
habremos tintado de rojo sangre,
el campo de mil batallas perdidas.
Imagino humo de colores,
pero voy borracho, y nadie
me hace caso,
a no ser que sea un recién nacido,
que ata su cordón, a sus zapatos.
Cierra el cerebro, no pienses,
abandónate al verbo dañino
de la muerte.
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