húmeda, eterna,
su vagina es el epicentro
de todos los idiomas,
siempre desee comer carne
cruda, en medio de un festín
de gemidos, que desgranasen
los poros de mi piel, mientras
de mi pene, brotara el salvajismo
de mi opulento esperma.
Me gusta decirle al oído:
Voy a comerme tu carpaccio.
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